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Para la seguridad del hospicio una familia noble de Valle de Aosta regaló a los religiosos unos grandes perros de montaña para la guardia y la defensa, de la cruza de ellos nació esta raza particular. San Bernardo tenía un especial aprecio por unos de ellos llamado “León”, que lo acompañaba en sus caminatas, el perro pronto comenzó a exhibir habilidades notables: rescataba viajeros perdidos en las montañas y encontraba personas enterradas bajo la nieve. De esta manera Bernardo notó que estos perros podían ser entrenados para encontrar y salvar a los peregrinos.
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© Gustav Nünnicke-(CC BY-SA 3.0)