Recibe mi alma cuando entre en agonía
“Jesús, Vid verdadera y fecunda, recuerda la abundante profusión de sangre que tan generosamente derramó tu sagrado cuerpo, así como las uvas bajo el lagar. De tu costado, atravesado con una lanza por un soldado, diste sangre y agua, de modo que no quedó una sola gota. Y al fin, como un manojo de mirra levantado de lo alto de la cruz, tu delicada carne fue aniquilada, la humedad de tus entrañas se extinguió, la médula de tus huesos se secó. Por esta amarga pasión y por el derramamiento de tu preciosa sangre, te suplico, oh buen Jesús, que recibas mi alma cuando entre en agonía. ¡Que así sea!"
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