Alimentación, imagen corporal y justo equilibrio.
La obsesión por la imagen personal es una nueva esclavitud. Meeker alerta de los poco ejemplar que resultan las madres que no aceptan el paso del tiempo en su cuerpo y lo modifican a toda costa.
En cuanto al padre, explica que cuando su presencia es débil o desdibujada ya puede hablarse de “carencia de padre”: las hijas no se sienten validadas ni valoraradas. Esto les lleva a la inseguridad, a no gustarse, a preocuparse en exceso de lo físico. Puede llevarlas a trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia.
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