Ayúdala a ser una mujer fuerte. No una víctima.
«La felicidad y la autoestima -dice Meeker- son consecuencia de la responsabilidad personal, el trabajo duro, la fe, la esperanza, el desarrollo del dominio personal y la independencia…pero en vez de enseñarles a ser independientes les hacemos las cosas o las disculpamos cuando se equivocan, e impedimos que asuman la responsabilidad total por sus errores…también nos cuesta imponer disciplina y normas porque preferimos evitar los enfrentamientos».
La consecuencia de una educación así es que las niñas se volverán débiles: siempre buscarán culpables, pensarán que el mundo es injusto con ellas, serán incapaces de asumir sus propias responsabilidades.
Padres que potencian
La mejor medida de protección es fortalecer a las hijas para que sean capaces de afrontar las dificultades de la vida. Darles coraje y ánimos para enfrentarse al mundo real. Potenciar sus capacidades y fortalezas. Entre padre y madre ha de encontrarse el adecuado equilibrio para proteger a las hijas y a la vez impulsarlas.
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