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Conoce su corazón.
Para que el amor de los padres sea verdadero y para que pueda haber comprensión entre padres e hijas, primero debemos conocer a las hijas. Cómo es su temperamento, su carácter y -sobre todo- qué mueve su corazón. Para ello, la doctora Meeker indica que los padres deben dedicar tiempo a sus hijas y que la presencia es imprescindible. «La cuestión no es ser perfectos, sino estar presentes —física, mental y emocionalmente— y procurarles una experiencia general del amor y la comprensión». La experta señala que es importante asumir la idiosincrasia de la esencia femenina (distinta a la de los hijos) que tiene «una base psicológica y genética». En cuanto a la presencia del padre y la madre, Meeker advierte que no solo es cuestión de “estar sin más”. Ha de haber una presencia activa, real, operativa, consciente, creativa, nutricia, que orienta y da referencias, que registra, mira, ve, escucha, siente, comprende, toca, empatiza, ama. Presencia implica que padre y madre (los dos) dan afecto y comprensión, en equilibrio con la imposición de las normas que convenga para la armonía familiar. Si es necesario, deberá haber sanciones cuando las hijas no cumplan la norma.
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