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John Henry Newman (1801-1890)
De sacerdote anglicano a purpurado católico: fue largo el camino hacia la santidad del británico Henry Newman, cuya vida se caracterizó por una búsqueda constante de la única Verdad. Para el cardenal Henry Newman la búsqueda de la verdad ha sido siempre la única razón para vivir y después de una larga reflexión interior comprende que las respuestas a las preguntas más profundas sólo pueden encontrarse en la Iglesia de Cristo. Es un joven inteligente y precoz, Henry, que a los 25 años ya ha encontrado a Dios, pero no "como una noción, sino como una persona que lo llama a sí misma". En dos años se convierte en sacerdote anglicano que predica a su pueblo y enseña a los jóvenes de Oxford, pero la pregunta poco a poco fue entrando en él: ¿puede esta Iglesia, iniciada por un rey, ser la verdadera Iglesia de Cristo? La respuesta le llega durante un viaje a Italia donde se enferma y rezando por su recuperación se abandona completamente a Dios, dejando que su luz lo guíe de ahora en adelante. De regreso en Oxford, Henry está cada vez más lejos del anglicanismo. Comienza a estudiar a los Padres de la Iglesia, comunes a todas las confesiones, y reune en torno a él a un grupo de estudiosos que se cuestionan sobre temas importantes como el respeto de la tradición de los primeros siglos. En 1843 toma su decisión: el 24 de septiembre pronuncia su último sermón, baja del púlpito y se despoja de sus vestiduras. Dos años más tarde pide ser admitido en la Iglesia Católica y después de completar sus estudios teológicos en Roma, es ordenado sacerdote en 1847: "Fue como entrar finalmente en un puerto seguro después de la tormenta", es su comentario. Después de él florecerían otras conversiones entre intelectuales y teólogos ingleses. En 1850 Henry regresa a Inglaterra. Su vida será difícil y muchas de las pruebas que tiene que superar lo encuentran solo y dirigido al fracaso: la fundación de la universidad en Dublín, la traducción de la Biblia al inglés, la dirección de una revista... Pero logra fundar un oratorio en Oxford dedicado a San Felipe Neri en cuya Congregación había sido ordenado sacerdote. Pero sobre todo no se desanima: ahora la luz del Señor lo ilumina desde dentro haciéndolo resplandecer. En 1879 León XIII lo crea cardenal, reconociendo su eterna búsqueda de la Verdad única como su camino personal hacia la santidad.
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