Giuseppina Vannini (1859-1911)
Fundadora de las Hijas de San Camilo, la nueva santa podrá cumplir su vocación tarde, pero lo hará de una manera extraordinaria: de hecho, en tan sólo 19 años, la familia femenina dedicada al cuidado de los enfermos se consolidará en todo el mundo.
Giuseppina Vannini fundadora de la Congregación de las Hijas de San Camilo, nació de Angelo y Annunziata el 7 de julio de 1859 en Roma y fue bautizada al día siguiente en la iglesia de S. Andrea delle Fratte con el nombre de Judit Adelaida Ágata. Las Hijas de la Caridad la acogieron a la edad de 7 años tras quedar huérfana. Atraída por la voz de Dios que sintió el día de su primera Comunión, quiso consagrarle su vida, pero las puertas del convento se cerraron para ella a causa de su mala salud.
Un encuentro providencial con el padre Luis Tezza, camiliano —hoy beato— le abrirá a Judit el camino de la entrega total al Señor. El 17 de diciembre de 1891, en Roma, le contó al predicador de los ejercicios espirituales el tormento de su fracaso vocacional. El padre Tezza le propuso el proyecto de fundar un instituto religioso dedicado al servicio de los enfermos. Después de dos días de oración, Judit aceptó. Más tarde añadió que no se sentía capaz de hacer nada, pero que quería abandonarse a la Divina Providencia.
La nueva comunidad toma forma con Giuditta y otras dos personas el 2 de febrero de 1892 con la imposición del escapulario cruzado en una ceremonia que tiene lugar en la habitación, transformada en capilla, en la que San Camillo de Lellis había muerto. Tres años más tarde, Giuditta, ahora hermana Giuseppina, se convirtió en superiora general. Sin embargo, la aprobación definitiva de la autoridad eclesiástica es necesaria para el nuevo instituto: el Papa León XIII lo rechaza dos veces, por lo que requiere que la nueva familia se aleje de Roma y se convierta en una asociación piadosa. Pero aquí hay otra evidencia: circulan rumores calumniosos sobre la conducta del padre Tezza, a quien incluso se le prohíbe encontrarse con las hermanas. En 1900 partirá hacia Perú, del cual nunca regresará.
La Providencia, sin embargo, no deja sola a la nueva Santa: en el momento de su muerte, en 1911, los camilianos ya contaban con 156 profesas religiosas y dieciséis casas religiosas entre Europa y América. La principal herencia que la fundadora dejará a sus hermanas es la pura y simple asistencia física y espiritual de los enfermos, ejercida a domicilio como en los centros de salud, en los hospitales de leprosos y hogares de ancianos, en centros europeos de rehabilitación así como en tierras de misión. Justo como Jesús quería.
(Fuente: Vatican Media)
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