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“Las palabras del juez retumbaron en toda la sala del tribunal, y cayeron sobre la aterrada presencia de quienes habían acudido al juicio. Meriam dirigió su mirada a los abogados, y luego miró a Daniel. Se mantuvo impasible, mientras el rostro de su marido se llenaba de lágrimas. Pero ella no. No conseguía llorar. Miraba a los jueces. Les miraba directamente a los ojos. Extracto del libro: Me llamo Meriam. Pg 14.
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