Después de la liberación y el viaje: “Como no iba a la iglesia desde el día de su arresto, le dijo al embajador que quería ir. Sentía la necesidad de confesarse y de tomar la comunión, de rezar frente a la cruz, símbolo de misericordia y redención, signo del amor de Jesús por el ser humano, que participa de su sufrimiento y le da la fuerza para soportarlo”. Extracto del libro: Me llamo Meriam. Pg 90.
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