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Totalmente entregado
“Madrecita, mi permanencia en medio del mundo ya es una crucifixión (…). No sé qué dispondrás de mí para el futuro, pero a juzgar por lo que ha sido el pasado inmediato y el presente, en realidad has de descargar pesos muy grandes sobre mis débiles hombros. Estoy crucificado al mundo: la vida con Cristo cuesta a cada uno, como a Él, toda la sangre del corazón, la agonía del amor. Y el mundo ha de ser crucificado por mí, también he de llevar yo la cruz al mundo, obligar a otros mediante mi entrega a aceptar su cruz y ser clavados en ella. ¡Hay aquí, Madrecita, una misión para toda la vida! Y no sólo para la vida: ¡Sólo la muerte!, sólo ella pondrá fin en la tierra, a esta doble crucifixión; sólo la muerte ha de detener este camino al Calvario. Sólo la muerte está al fin de ese camino”.
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© Schönstatt-Institut Marienbrüder