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El estado de los arbotantes antes de la restauración de Viollet-le-Duc, 1851
En la primera mitad del siglo XIX, Notre-Dame de París se encuentra en tal estado de decrepitud tras las numerosas demoliciones y saqueos que las autoridades parisinas contemplaban, sencilla y llanamente, su destrucción. Por fortuna, el entusiasmo popular por la catedral y la publicación en 1831 de la novela de Victor Hugo Notre-Dame, que tuvo un éxito inmediato, detuvieron el disparate de la demolición. En 1851, el fotógrafo Henri Le Secq inmortalizó los arbotantes de la catedral. Hay varias piedras caídas, testimonio del estado catastrófico de Notre-Dame.
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