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Rebeca: Génesis 24,1-67; 25,20-28; 27,1-46. Cuando Abraham envió a su criado a buscar a una mujer para su hijo en el país de Aram, Rebeca mostró una confianza infinita ante Dios: aceptó dejar para siempre la tierra de sus padres para casarse con Isaac, a quien no conocía. Al no haber podido tener hijos los primeros veinte años de su matrimonio, Isaac le implora al cielo que su mujer se quede embarazada. Sus plegarias son al fin satisfechas y Rebeca se dispone a traer al mundo gemelos: Esaú y Jacob. También forma parte de cuatro matriarcas. Mientras que ambos niños se enfrentan a ella incluso antes de nacer, Yahvé anuncia a Rebeca: “Dos naciones hay en tu seno; dos pueblos se dividen desde tus entrañas. Uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25,23). Esta revelación anuncia la traición de Jacob, apoyado por su madre, contra su hermano, quien roba la bendición paterna. Rebeca pasa de la aceptación y la confianza en las promesas de Yahvé durante su matrimonio con Isaac a la duda, y decide hacer trampa para poner en práctica el plan de Dios. Juzgó que aquel necesitaba su propia intervención. Es por eso que se le privará de volver a ver, antes de su muerte, a su hijo preferido, condenado a escapar de la ira de su hermano Esaú. Piazzetta Giovanni, Rebeca en el pozo, 1740, Pinacoteca de Brera en Milán.

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