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Judit: Libro de Judit. El general Holofernes, enviado por Nabucodonosor, rey de Siria, pone al pueblo de Béthulie bajo asedio, donde los israelitas están refugiados durante la campaña de conquista hacia el oeste. Al cabo de varias semanas de asedio, el agua empieza a escasear y la esperanza se empieza a perder entre los israelitas. Judit, una joven viuda piadosa, les reprocha a su hermanos la falta de confianza en Yahvé y anuncia a los ancianos del pueblo: “Hoy haré algo que siempre será recordado en nuestra nación. Todos los padres se lo contarán a sus hijos” (Judit 8,32) pasándose al campo enemigo para liberarlos de los sitiadores. Antes de pasar a la acción, Judit reza al Dios de Israel para que viniese en su ayuda: “Porque tu poder no depende del número, ni del valor de los hombres tu fuerza. Tú eres el Dios de los oprimidos, el protector de los humillados, el defensor de los débiles, el apoyo de los abandonados, el salvador de los que no tienen esperanza” (Judit 9,11). A continuación, parte para encontrarse con Holofernes y le hace creer que tiene información valiosa sobre los judíos. Le anuncia la próxima caída de Béthulie, por motivos de desobediencia de los judíos a Yahvé. Atrayendo la confianza del general, que se vio seducido por su belleza, aprovecha su embriaguez en un banquete para decapitarlo en su carpa, donde la había llevado. De vuelta a Béthulie, saca la cabeza de Holofernes de su alforja y la muestra a los israelitas diciendo: “¡Miren la cabeza del comandante del ejército asirio! ¡Miren el pequeño toldo que cubría la cama donde se acostaba después de sus borracheras! ¡Nuestro Dios me usó a mí para matarlo! ¡Bendito sea Dios, que me protegió en todo momento! Mi hermosura conquistó a Holofernes, y esa fue su perdición. Pero yo no cometí ningún pecado, pues no tuve relaciones sexuales con él. Además, les aseguro que él no me hizo ningún daño” (Judit 13,15-16). La cabeza de Holofernes se colgó entonces en las murallas del pueblo, lo que provocó la huida del pueblo asirio, asaltados por los judíos. Tras esta victoria, Judit fue honrada por todos los suyos antes de morir a los 105 años. Orazio Gentileschi, Judit decapitando a Holofernes, hacia 1611, museo del Vaticano.