Desde 1100, generaciones de hombres y mujeres han ofrecido su vida a Dios en este monasterio situado en medio de las montañas,
en el corazón del macizo de la Chartreuse (Isère). Un lugar propicio para el silencio y la soledad. Son muchos, ya sean creyentes o excursionistas, los que se detienen allí para pasar unos días de retiro espiritual.