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En agosto de 1917, tras una sangrienta batalla, llora al ver cuerpos mutilados y desfigurados. Entonces se le oye susurrar: "Nadie puede justificar esto ante Dios. Debo poner fin a este drama lo antes posible. Hace dos intentos de negociar la paz, y es el único soberano o jefe de estado que apoya el plan de paz propuesto por el papa Benedicto XV.
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