Etty Hillesum tuvo un despertar espiritual en el campo de concentración de Westerbork. Según escribió: “Estos dos meses tras los alambres de espino, que son los meses más intensos y más ricos de mi vida, que han confirmado los últimos y más profundos valores de mi vida. Me he encariñado tanto con este Westerbork”. Se negó a convertirse en víctima y, en el sufrimiento, encontró una nueva vida interior que nunca antes había conocido. Los tiempos de adversidad nos enseñan a confiar en nuestros recursos interiores y a desarrollarlos.
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