Canaliza tus sentimientos.
Es imprudente decir que llores ante todo el mundo o te quejes públicamente una y otra vez de lo injusto que fue tu despido. No te encalles. En cambio, sí conviene que hables de ello con personas de tu confianza que puedan ayudarte a encajar el disgusto o incluso a perdonar a quien te hizo daño. A veces, llega a ocurrir que uno acaba dando gracias a Dios por haber sido despedido de un trabajo porque con el tiempo se da cuenta de la ganancia.
El sentimiento de vergüenza es algo humano y normal. Pero aplica la razón y podrás sobreponerte.
+© Shutterstock | progressman