Sueltas más y controlas menos.
Se deja ir, aunque muchas veces con dolor, a lo que ya no nos hace bien al corazón. Se vive un desapego inteligente. Te das cuenta de que el cambio es solo eso y que está bien no tener todo bajo control. Aprendes a dejarte sorprender por la vida, porque al final del día eso es la vida, un ir y venir de personas, situaciones y experiencias.
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