Saludar con entusiasmo.
Cada saludo es una oportunidad de encuentro. Cuando dos amigos se encuentran hay un chispazo, la alegría es instantánea, los ojos tienen un brillo especial y la emoción es genuina. No dejemos que estos momentos se hagan costumbre solo porque vemos a nuestro cónyuge todos los días. Esos encuentros fugaces nos vuelven a reconectar a lo largo del día. No dejes que pasen desapercibidos y dales toda tu atención.
Cuando tu cónyuge se vaya o llegue a casa, no dejes de saludar con calidez y entusiasmo. Deja lo que estás haciendo y mira su rostro para que sus ojos se encuentren con los tuyos. Llámalo por su nombre, extiende tus brazos para recibirlo y pregúntale cómo le ha ido y cuando tengas que despedirte, hazlo con un deseo sincero de que le vaya bien.
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