Los hechos muy dolorosos, especialmente cuando son inesperados, pueden tener un fuerte impacto muy negativo: la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo importante y bien remunerado, una enfermedad grave, situaciones de mucha presión… todos pueden ser factores que desencadenen un suicidio. Cuando estos acontecimientos provocan cambios repentinos en la vida diaria y el comportamiento cotidiano, la persona ya no sabe cómo reaccionar y deja de hacer cosas que antes consideraba importantes. Mantente cerca y condúcele hasta la ayuda de un psicólogo o psiquiatra.