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¿Por qué Jesús es más importante que Santa Claus?

NATIVITY
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Edifa - publicado el 16/12/19
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Diciembre acababa de empezar cuando el correo se amontonaba en el despacho de Santa Claus…

Miles de niños ya habían enviado sus cartas a а la famosa dirección: Santa Claus, Polo Norte, HOH OHO, Canadá. El hombre feliz, ocupado а organizar la gran noche del 25 de diciembre, ya no tenía tiempo para gestionar el correo. Había elegido a los elfos, entre los mayores, para que respondieran a los niños en su nombre.

Todos recibieron una respuesta, sin importar que haya tormenta de nieve, a no ser que haya una huelga postal. Papá Noel lo quería más que a sus renos.

Pero las exigencias de los niños a menudo iban más allá de los simples juguetes de moda. Unos querían un hermanito, otros un padre, una madre, salud… Los elfos ya no sabían qué decir. Se lo contaron a Santa Claus.

“Sin el Niño Jesús, ¿seguiría siendo Navidad?”

“Sigue siendo lo mismo”, les dijo, “pero creo que este año es aún peor. Los niños quieren lo que yo no puedo darles: paz y amor. Y solo tengo una noche para no decepcionarlos. Tengo que hablar con el Niño de Belén.”

Al viejo barbudo le gustaba Jesús. No era culpa suya que fuera más popular que Él en los corazones de tantos niños. En noviembre, el anuncio se refería a su trineo lleno de regalos. Sin embargo, Papá Noel sabía que solo Jesús podía satisfacer a los niños que estaban decepcionados con la vida. “Sin el Niño Jesús, ¿seguiría siendo Navidad?”, pensó, acariciando su gran barba blanca con la mano derecha.

Sólo Jesús “puede encender una estrella en nuestros corazones”.

A la mañana siguiente, salió de su casa de hielo de buen humor y entró en el taller de los elfos. Se dirigió a los ancianos y les dijo con su voz potente: “Todas las tardes me traeréis las cartas de los niños tristes, y se las leeremos a Jesús. Conoce a cada niño por su nombre. Nos inspirará a escribir lo que necesitamos escribir. Solo Él puede encender una estrella en nuestros corazones. ¡Confiemos en Él!”

Así fue como Papá Noel, a pesar de sus muchas ocupaciones, respondía a los niños infelices. Cada noche, antes de acostarse, les pedía a los ángeles de la guarda que los guiaran hacia el Dios Niño.

Si salís una noche de diciembre sin hacer ruido, podréis oír a los ángeles cantar la alabanza al “recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12), entre María y José “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor!” (Lc 2,14).

Una estrella brillará entonces en los ojos de un niño.

Jacques Gauthier

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