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Pena de muerte: la Doctrina Social instruye a la defensa de la vida

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Luis Carlos Frías - publicado el 29/01/25
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Entre la metralla de órdenes ejecutivas que ha firmado el presidente Trump se encuentran varias abiertamente en contra de la moral social cristiana. La Iglesia Católica sostiene, clara y contundentemente, el valor de la vida humana, y por ello se opone a todo aquello que la instrumentalice, la denigre o violente

El 20 de enero de 2025, fecha en que dió inicio a su mandato, el Presidente Trump firmó 46 órdenes ejecutivas. Una de ellas fue para la “Restauración de la pena de muerte y protección de la seguridad pública”. En ella, el presidente Trump señala:

“La pena capital es una herramienta esencial para disuadir y castigar a quienes cometen los crímenes más atroces y los actos de violencia letal contra los ciudadanos estadounidenses. Antes, durante y después de la fundación de los Estados Unidos, nuestras ciudades, estados y nuestro país han recurrido continuamente a la pena capital como el elemento disuasorio definitivo y el único castigo adecuado para los crímenes más viles. (...) La responsabilidad más solemne del Gobierno es proteger a sus ciudadanos de actos abominables, y mi Administración no tolerará esfuerzos por obstaculizar y desmantelar las leyes que autorizan la pena capital contra quienes cometen actos horribles de violencia contra ciudadanos estadounidenses. (...)  El Procurador General aplicará la pena de muerte para todos los delitos cuya gravedad exija su aplicación”.

Si bien es cierto que la procuración del bien común es una tarea que compete a toda la sociedad, también lo es que los gobernantes son los primeros y principales gestores y responsables de ella pues en sus manos tienen no solo el mandato, sino los recursos jurídicos y materiales para garantizar el bienestar de la sociedad a la que sirven.

Entre estas responsabilidades está la seguridad pública y la procuración de justicia. Queda claro que estas acciones se deben realizar conforme a la dignidad y derechos humanos; por ello la Iglesia en su Doctrina Social señala la inmoralidad de la pena capital en el contexto histórico actual.

Se trata de un “recurso absolutamente innecesario”

La Iglesia no excluye la pena de muerte, pero la limita a un extremo que, en la práctica y presente, la pone en desuso. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que es posible “si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas” (n. 2267).

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI) complementa y hace eco del Catecismo cuando señala que “los métodos incruentos de represión y castigo son preferibles, ya que 'corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana'” (n. 405).

La evolución social ha llevado a que la opinión pública generalizada se manifieste en contra de esta medida pues actualmente se cuenta con medios eficaces para neutralizar a los criminales. Este rechazo es un signo de esperanza y de sensibilidad moral que vale la pena reconocer y promover (Cf. CDSI, n. 405).

En su Carta Encíclica Evangelium vitae, el Papa san Juan Pablo II agrega la importancia de evitar la pena de muerte a fin de que al criminal “no se le prive definitivamente de la posibilidad de redimirse” (n. 27). 

“(...) los casos en los cuales es absolutamente necesario eliminar al reo ‘son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes’” (CDSI, n. 405 citando a Evangelium vitae n. 56), a tal punto que se define como un recurso “absolutamente innecesario” (Mensaje de san Juan Pablo II para la Jornada Mundial de la Paz 2001).

El magisterio del Papa Francisco

a) En el año 2018, el Santo Padre Francisco modificó el número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica para reafirmar la inadmisibilidad de la pena de muerte. En él podemos leer:

“Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente.”

b) El 10 octubre de 2024, en su cuenta X, señaló: “La pena de muerte es siempre inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona. Hago un llamamiento para que sea abolida en todos los países del mundo. No podemos olvidar que, hasta el último momento, una persona puede convertirse y cambiar.”

c) En el libro Un cristiano en el corredor de la muerte. Mi compromiso junto a los condenados, de Dale Racinella, el Papa Francisco prologó: “La pena de muerte no es en absoluto la solución a la violencia que puede sobrevenir a personas inocentes. Las ejecuciones, lejos de hacer justicia, alimentan un sentimiento de venganza que se convierte en un veneno peligroso para el cuerpo de nuestras sociedades civilizadas. Los Estados deberían preocuparse por dar a los presos la oportunidad de cambiar realmente de vida, en lugar de invertir dinero y recursos en reprimirlos, como si fueran seres humanos que ya no merecen vivir y de los que hay que deshacerse.”

El Jubileo 2025

El presente Año Jubilar 2025, orientado a reavivar la esperanza, ha sido convocado por el Papa Francisco mediante la Bula Spes non confundit en la cual instruye el ofrecer signos vivos y tangibles de esperanza para toda la Iglesia. El número 10 de la Bula cita:

“Que en cada rincón de la tierra, los creyentes, especialmente los pastores, se hagan intérpretes de tales peticiones, formando una sola voz que reclame con valentía condiciones dignas para los reclusos, respeto de los derechos humanos y sobre todo la abolición de la pena de muerte, recurso que para la fe cristiana es inadmisible y aniquila toda esperanza de perdón y de renovación".

Como podemos ver, la apuesta de la Iglesia está fincada en el respeto a la dignidad humana que nos viene al haber sido creados por Dios a su imagen y semejanza; también habla de una esperanza cierta en la renovación social, incluidos los criminales, a la luz de la fe en Jesucristo resucitado, y mediante acciones de gobierno orientadas a la procuración del bien común.

La pena de muerte en el mundo

Amnistía Internacional señala que la pena de muerte es un castigo que viene en desuso. En el Día Internacional contra la pena de muerte de 2024 (10 de octubre) señaló que “los países que aún mantienen la pena de muerte son una minoría aislada, ya que el mundo sigue alejándose definitivamente de este cruel castigo. (...) Es hora de que todos los países se alejen de una vez por todas de este castigo cruel, inhumano y degradante”.

Los Estados donde se permite y practica la pena de muerte son Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán. Hay otros países donde se permite, pero no se practica. Entre ellos estaba Zimbabue, en África, quién acaba de derogar tal pena. Gambia y Kenia han presentado proyectos de reforma a sus leyes para suprimir tal castigo. Queda claro que la tendencia internacional, apoyada por la Santa Sede, se encamina a conmutar la pena capital por cadena perpetua. No obstante ello, tenemos ahora que, en pleno 2025, los Estados Unidos de América han retomado esta práctica por orden ejecutiva de su nuevo presidente.

Resulta evidente que se trata de una regresión cultural, inmoral, alejada del concierto global, contraria a lo que la Iglesia enseña, y una declaratoria anticipada del fracaso de sus sistema penitenciario, que tácitamente reconoce incapaz de readaptar a sus reos conforme a sus derechos y dignidad humana.

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