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Santa Teresa de los Andes, la Teresita de Chile

SAINTE-THERESE-DES-ANDES

Sainte Thérèse des Andes.

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Anne Bernet - publicado el 12/07/24
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Hija espiritual de Teresa de Lisieux, la pequeña Teresa chilena era una deportista de carácter fuerte, pero impregnada de un deseo de "amor para siempre" y de "sacrificio para todos". Canonizada en 1993, se celebra el 13 de julio

"Al atardecer de la vida, seremos juzgados por el amor", escribió san Juan de la Cruz, el reformador del Carmelo que tanto amó Santa Teresa de los Andes, su lejana discípula chilena. Murió a los 19 años, tras menos de un año en el convento, una deslumbrante joven de la buena sociedad santiaguina que, desde el punto de vista humano, parece haber hecho poco o nada en su brevísima vida. Pero si es cierto que el amor será la medida de nuestras acciones y de nuestras vidas, teniendo en cuenta la gloria de esta monjita aparentemente corriente, que se convirtió en la patrona de su país y en una de las mayores santas de América Latina, tenemos que creer que, efectivamente, amó mucho.

Devorada por el deseo de comulgar

En su bautismo, dos días después de su nacimiento, el 13 de julio de 1900, la séptima y última hija de Miguel Fernández y su esposa, un rico matrimonio de terratenientes, recibió el nombre de Juana Enriqueta Josefina del Sagrado Corazón. Esta consagración inmediata al Sagrado Corazón es quizá una de las claves de su espiritualidad de oblación, sacrificio y amor.

Criada en una familia piadosa, Juanita aprendió desde muy pequeña a amar la Misa, a la que acompañaba a su madre todos los días. En cuanto tuvo edad para comprender lo que era la Eucaristía, la invadió el deseo de comulgar. En cuanto pudo, a los 10 años, no perdió ocasión de hacerlo todos los días. Al mismo tiempo, desarrolló una viva devoción a María, rezaba todos los días el rosario completo y aprendió a olvidarse y a privarse de sí misma por los demás para poder hacer más y mejor por la caridad. Además de dar limosna, cosa que sus padres hacían a gran escala porque disponían de medios, Juanita se comprometió personalmente, dedicando parte de sus vacaciones a enseñar el catecismo a los hijos de los labradores de su padre.

Una deportista furiosa

Pero, ¿fue una pequeña santa perfecta e incorpórea desde el principio? ¡No! Tenía un carácter fuerte, no se deja llevar por nada, le costaba soportar los disgustos y tenía mal genio.

Aunque le encantaba rezar, no le dedicaba todo su tiempo, sobre todo porque era una gran deportista, apasionada de la equitación y la natación, dos disciplinas en las que destacó.

Durante un tiempo, cuando era adolescente, su salud empezó a fallar y enfermaba a menudo, cada vez más. Tenía 15 años cuando, en el internado, sufrió un ataque agudo de apendicitis, una enfermedad todavía muy grave en aquella época por las complicaciones infecciosas que -a falta de antibióticos- resultaban mortales. Juana salió con vida por los pelos, pero permaneció postrada en cama durante muchos meses.

La natación y la escalada estaban descartadas. Para aliviar su aburrimiento, decidió dedicarse a la lectura. Las monjas que la educaron le regalaron dos obras que tendrán una influencia decisiva: Historia de un alma, de Teresa de Lisieux y una biografía de Elisabeth de la Trinité.

Se sintió tan conmovida por estas lecturas que decidió entrar en un convento carmelita, como Teresa, a los 15 años. Su familia se opuso; ella cedió, pero nunca olvidó su sueño. Finalmente, el 7 de mayo de 1919, fue admitida en el convento de Nuestra Señora de Los Andes, donde, por respeto a la gran Teresa de Ávila, tomó su nombre religioso: Teresa de Jesús.

Amar para siempre

Su noviciado pasó del entusiasmo de los comienzos, salpicado de fenómenos místicos que le permitieron penetrar en los secretos del Corazón divino, a duros períodos de sequedad espiritual, cuando el Amado se retiraba y permanecía oculto.

Su descubrimiento de san Juan de la Cruz y de la noche oscura del alma le ayudó a comprender mejor y a superar esta dolorosa experiencia. Siguiendo el ejemplo de Teresa de Lisieux, comenzó a escribir un Diario, al tiempo que encontraba tiempo para mantener una importante correspondencia, de gran elevación espiritual, con los que había dejado en el mundo, a quienes afirmaba que una "monja carmelita nunca olvida a los que ha amado" y no cesa de demostrárselo en la oración.

Aunque estos escritos son los de una muchacha muy joven, contienen algunas bellas inspiraciones, que dejan entrever lo que podría haber llegado a ser su espiritualidad al madurar. Locamente enamorada de Cristo, decía: "Cuando amo, es para siempre". Desde las profundidades del claustro, se propuso "sacrificarse por todos".

El sonido de su santidad

En marzo de 1920, sor Teresa se sintió enferma pero, fiel a sus deberes y a la oración, deliraba lo suficiente como para engañar incluso al médico de la comunidad, que no se preocupó. Le dijo, sin embargo, que no le quedaba un mes de vida. Y es cierto. A principios de abril, tuvo que guardar cama y el médico le diagnosticó el tifus demasiado tarde; estaba perdida.

De acuerdo con la Regla, fue autorizada a hacer su profesión solemne in articulo mortis y murió a la mañana siguiente, el 12 de abril de 1920. En cuanto expiró, su santidad se difundió por todo Chile. Su fama no deja de crecer.

Teresa de Los Andes fue canonizada en 1993. El milagro por el que fue elegida fue un guiño, dada su afición a la natación, ya que devolvió la vida a una adolescente que se había ahogado y había sido declarada muerta, pero que sobrevivió sin secuelas.

Frases del Diario de Teresa de los Andes:

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