Cada 2 de agosto, miles de fieles se acercan hasta la hermosa Basílica de la Virgen de los Ángeles en la ciudad costarricense de Cartago para rezar a la que llaman cariñosamente La Negrita.
Desde el siglo XVII, momento de su aparición, son miles los devotos y devotas que acuden a darle las gracias y a honrarla con sus ofrendas.
El hermoso templo se erigió en el mismo lugar en el que la Virgen de los Ángeles se apareció por primera vez a una joven mulata; cuya identidad sigue siendo un misterio, aunque la cultura popular la identifica con Juana Pereira.
Según la tradición, Juana Pereira era una joven o una niña mulata que vivía en el humilde poblado de la Puebla de los Ángeles. En una fecha indeterminada alrededor de 1635, Juana aparece en la historia. Era una niña como cualquier otra del poblado, que ayudaba en las tareas de la comunidad de mulatos e indígenas.
Probablemente la niña no sabía que aquel 2 de agosto su nombre quedaría grabado para siempre en el recuerdo de los costarricenses y en su propio corazón. Juana había acudido al bosque en busca de leña, como hacía habitualmente.
Una "muñeca" sorprendente
Pero aquel día en el que los cristianos celebraban su devoción a la Virgen de los Ángeles, ella se topó con una pequeña a la par que hermosa, figurita de piedra negra. La pieza, de apenas veinte centímetros, estaba colocada sobre una roca, junto a un límpido manantial. Juana quedó sorprendida ante aquella escultura de bulto redondo; representaba a una mujer con un largo velo recogido entre sus manos, con las que arropaba a su niño pequeño.
No sabemos si Juana llegó a recoger la leña que había ido a buscar. Pero sí recogió la figura de piedra y se la llevó feliz a su casa. Contenta con aquella "muñeca", la envolvió cuidadosamente en un manto y la guardó con mimo en un cajón de su sencillo hogar.
Cuál sería su sorpresa cuando al día siguiente regresó al mismo lugar y se encontró con una imagen exactamente igual a la que había descubierto el día anterior. Sin pensárselo, se la llevó también; para darse cuenta, al quererla guardar junto a la primera, que esta había desaparecido. Juana no entendía lo que había sucedido.
Cuando al tercer día la extraña historia se repitió, se dio cuenta de que aquello no era una casualidad ni nada que ella pudiera entender. Fue por esa razón que llevó la figura al sacerdote Alonso de Sandoval quien, sin aún poder ratificar si era una representación de la Virgen, la resguardó en una caja.
La niña desconocida
La historia volvió a repetirse. La segunda vez que "La Negrita" escapó del lugar donde don Alonso la había depositado, en el sagrario, y regresó a aquella roca junto al manantial, ambos, sacerdote y mulata, entendieron que la Virgen les estaba dando un mensaje. Aquel era el lugar en el que María quería ser venerada.
Con el tiempo, la imagen fue bautizada con el nombre de la Virgen de los Ángeles, en honor a Nuestra Señora de Los Ángeles festividad que venía celebrándose desde siglos atrás cada 2 de agosto en una tradición que habían iniciado los franciscanos en el siglo XIII.
Cuando “La Negrita” se convirtió en una de las vírgenes más populares de América Latina, convertida en patrona de Costa Rica, su descubridora se perdió en las brumas de la historia. La tradición oral decía que había sido una niña mulata la que había descubierto a la Virgen pero poco más se sabía de ella.
No fue hasta el siglo XIX que el segundo arzobispo de San José, Monseñor Víctor Sanabria Martínez, arrojó un poco de luz sobre su historia. Empeñado en saber quién era la niña, analizó los registros de la época de la aparición pero no pudo dar con la identidad de la joven.
Juana Pereira
Lo que sí descubrió fue que muchas de las mujeres documentadas se llamaban Juana y algunas llevaban el apellido Pereira. Fue esta la razón por la que el arzobispo dio este nombre a la ilustre joven que inició una de las tradiciones religiosas más bonitas y populares de América Latina.
El Papa San Juan Pablo II declaró a la Virgen de los Ángeles de Costa Rica la protectora de las Américas. Su basílica recibe cada año miles de peregrinos que quieren ver y rezar a la pequeña figurita de la Virgen que un día se le apareció a una sencilla mulata. Juana Pereira tiene su propio recuerdo cerca de la basílica, con una magnífica estatua.
Como ya sucediera un siglo antes con San Juan Diego y su aparición de la Virgen de Guadalupe, la aparición de la Virgen de los Ángeles a una mulata era un signo más de vinculación entre el catolicismo y la población indígena que abrazó la fe de Cristo.