San Agustín, el gran filósofo de Hipona, tenía muy claro que en la vida somos como una barca en un puerto, dispuestos a zarpar.
Por eso la primera pregunta que nos tenemos que hacer es para dónde vamos, es decir el rumbo que debemos tomar.
Una vez tomada esa decisión, hemos de remar hacia nuestro destino. Y en su momento izar la vela y esperar a que el viento nos impulse, pero sin dejar de remar.
¿Qué quiero? ¿Cómo lograrlo?
Como buen pensador, nos regaló unas interesantes enseñanzas que debemos considerar en el transcurrir de la vida.
Una de ellas es tener muy claro lo que queremos, es decir el rumbo, el destino, nuestros objetivos y metas, el para qué de las cosas que hacemos.
La otra es el esfuerzo que estamos decididos a ponerle con tal de conseguir lo que queremos.
Y finalmente es considerar la variabilidad de las circunstancias que nos rodean, simbolizada en el viento. Pero nosotros debemos conocer en qué momento desplegar la vela.
Lo más importante es saber que Dios sopla ese viento a su divina voluntad. Lo que indica, que muchos de nuestros logros son consecuencia de su misteriosa intervención por medio de la gracia.
Claves para la evaluación
De la anterior reflexión, se desprenden las claves que tenemos que revisar al final del año.
La primera es cuán claros son nuestros objetivos. ¿Tenemos bien identificado el rumbo al que vamos? ¿Sabemos bien lo que queremos?
Así que, muy seriamente, revisa este importante punto y reconsidera o rectifica. Tal vez hasta reformula tus objetivos y metas.
Pero no sigas caminando por la vida sin rumbo ni destino. Las confusiones y dudas nos hacen dar vueltas y vueltas, sin lograr nada más que caminar en círculo.
Sólo podemos identificar el progreso que llevamos si tenemos muy claro que los pasos que damos nos conducen a nuestro destino.
Perseverar y en su caso cambiar
Ciertamente podemos tener varios objetivos a lo largo de la vida. Pero lo más importante es manter la constancia, el ser perseverantes en ir obteniendo resultados.
Por ello, también hemos de revisar el método o el procedimiento que estamos utilizando para conseguirlo.
Si no estamos teniendo logros significativos, es el momento de hacer cambios y de buscar nuevas opciones.
Pero no dejar de tener muy bien puesta nuestra mirada en lo que queremos.
Así que a revisar nuestros proyectos y planes, para verificar nuestros logros y avances, o en su caso, modificar las estrategias y planes, para ahora sí lograrlos en el próximo año.
La importancia del esfuerzo
Otra de las claves es cuestionarnos, con mucha honestidad, cuánto esfuerzo estamos realizando para conseguir lo que queremos.
Este mundo es para los luchadores, los persistentes, los que tienen firmeza de carácter para hacer las cosas y no posponer ni procastinar nuestros deberes y propósitos.
La cultura del esfuerzo es un principio fundamental para conseguir lo que uno quiere, y no esperar, pasivamente, a que las cosas lleguen a tu vida, sino el ir tú por ellas.
Sobreponerse a la comodidad, la pasividad y la pereza. Pues son unos verdaderos enemigos de la prosperidad, que a todas luces hay que vencer.
Seguir remando, es un mensaje muy claro, aunque las cosas marchen por buen camino. No hay que aflojar el ritmo y continuar con un alto nivel de esfuerzo, es lo más recomendable.
Reciben más ayuda y apoyo los que se esmeran y mantienen un estilo de vida lleno de vigor y fortaleza, que los pasivo dependientes que se la viven esperando a que les vengan a resolver sus problemas.
Aprovechar los vientos favorables
Y finalmente, el saber aprovechar los vientos a favor, pues aun a pesar de que no dependen de nosotros, sí estar muy atentos para saber aprovechar su presencia.
Hay muchas situaciones que favorecen nuestros actos y hay que saberlos detectar en el momento justo.
De aquí, la importancia de tener una lectura sensible de la realidad que tenemos frente a nuestras narices. Y con ella, poner todo lo que está de nuestra parte para que logremos que las cosas sucedan.
Aprovechemos los vientos favorables que nos ayudan a lograr nuestros propósitos; pero sin dejar de remar, es decir poniendo nuestro mejor esfuerzo en todo lo que hacemos.
Qué fortalezas tenemos y cuáles son nuestras principales debilidades. Al valorar los resultados de este año, fácilmente podremos identificar lo que nos corresponde corregir y mejorar para tener un puntual plan de vida.
Entonces queda muy claro, en resumen, revisar nuestros objetivos y propósitos; ser conscientes y críticos sobre el esfuerzo que hemos hecho, o el que nos hace falta por realizar.
Y todo ello muy de la mano del exquisito soplo divino, que debemos de invocar y de agradecer.