La falta de unidad política para combatir uno de los escenarios de violencia más graves que se hayan vivido en la Argentina en los últimos 40 años contrasta con el clamor conjunto de las religiones y las organizaciones.
La violencia en Rosario, producto de la creciente influencia del narcotráfico en la portuaria ciudad santafecina, una de las más importantes y emblemáticas del país, motivó que católicos y evangélicos organicen en conjunto una marcha desde la plaza San Martín hasta los Tribunales provinciales durante la que invitaron a preguntar, como Dios a Caín, “¿Dónde está tu hermano?”.
Mientras que en Buenos Aires la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes fue en 2020 de 4,03, en Rosario alcanzó en ese mismo período 16,42.
En el último informe semanal sobre violencias altamente lesivas, elaborado por el Observatorio de Seguridad Pública de la provincia de Santa Fe, se da cuenta que en lo que va del año se registraron en el departamento de Rosario 231 homicidios, de los que más del 60% está probado se deben a conflictos de organizaciones criminales o economía ilegal.
A principios de diciembre, por ejemplo, se registraron 6 homicidios en 3 días, algunos de una crueldad y un morbo insospechados tiempo atrás. Completan el espantoso escenario los heridos por armas de fuego, que también se cuentan de a cientos.
“Marchamos unidos porque tenemos la necesidad de expresar nuestro dolor por la terrible situación de violencia en que está sumida nuestra sociedad. Nos duelen los homicidios, las balaceras, los arrebatos, la violencia contra el prójimo, la desvalorización de la vida. Nos duele que maten a los pibes del centro y a los de los barrios. Nos duele el narcotráfico y el lavado de dinero. Nos duele la corrupción”, indicaron los convocantes a la marcha.
El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, elaboró una oración leída durante la marcha. Entre otras intenciones, pidió a Jesucristo por “los corazones de los que empuñan armas, para que esos hierros sean transformados en herramientas constructivas y no más en instrumentos de violencia y de muerte”. “Que todos entendamos que la única cadena más fuerte que el odio y que la muerte es la cadena del amor”, completó.
Los organizadores elaboraron un completo pedido a autoridades de todos los niveles y poderes para reforzar las fuerzas de seguridad y los equipos de investigación judicial, pero también “una gran inversión en la tarea de inclusión social, con la educación, el deporte y la cultura, políticas públicas en materia de prevención, asistencia y reinserción en el campo de las adicciones, apoyando las iniciativas de la comunidad”, además de la “creación de trabajo genuino”.
“Que se escuchen las risas de los niños y los ancianos en las plazas y los parques. Que seamos una comunidad de corazón solidario, de familias contenedoras, con una cultura del trabajo”, anhelan los cristianos de las distintas Iglesias, que junto con las familias de víctimas y organizaciones que participaron llevaron a la marcha pañuelos negros, carteles con pedidos de justicia, y fotografías de los fallecidos, la gran mayoría jóvenes.
El narcomenudeo y el sicariato –industria en crecimiento- conviven en un contexto de alta corrupción, balaceras en espacios públicos, amenazas y crecimiento del consumo en los distintos estratos sociales de la ciudad de Rosario y sus alrededores.
Una solución integral y conjunta clama al cielo en Rosario, y por ello vienen abogando los cristianos, que además de reclamar, con esta manifestación de pañuelos negros y otra manifestación reciente en un cementerio, trabajan cerca de las víctimas del narcotráfico, exponiendo incluso su propia vida.