Recientemente, una de mis hijas me dijo que no quería vivir hasta los 100 años. “Para entonces”, dijo, “la inteligencia artificial se habrá hecho cargo, una gran parte del mundo natural será destruido y yo realmente no quiero tener que ir a vivir al espacio exterior".
Esto lo dice una niña educada en casa que no ve televisión y no está expuesta a muchas de las realidades más duras de la vida. Pero a los 13 años, conoce muchos de los problemas que afectan a nuestro mundo hoy y no está muy entusiasmada con lo que se avecina.
Como madre, me hizo pensar más en cómo infundir esperanza en mis hijos que están creciendo en lo que son, y seguramente seguirán siendo, tiempos difíciles.
Como cristianos, sabemos que nuestra máxima esperanza está en el cielo. Este mundo pasa y nuestro tiempo en la tierra es corto. Nuestra esperanza está en el Señor y en la vida eterna que ha prometido a los que creen en él.
Pero nunca debemos olvidar que esta vida, por mucho tiempo que la vivamos, es un regalo. Quiero que mis hijos sepan que este no es su hogar permanente, pero que la vida aquí sigue siendo hermosa y buena. Quiero que miren hacia el futuro.
Incluso si estás tentado a pensar que hubieras estado mejor en otra época anterior, eso no es lo que Dios quiso para ti. En su misterioso plan, quería que nacieras en este tiempo de la historia, en este lugar. Lo que significa que tienes un propósito que tiene que ver con las necesidades del mundo en este momento.
Es importante inculcar esta idea en nuestros hijos. Estaban destinados a nacer en esta época, con todos los desafíos y beneficios particulares que conlleva. Cada uno de nuestros niños tiene una misión especial que solo ellos pueden traer al mundo.
Están destinados a entregarse a sí mismos y a sus talentos al servicio de Dios y de los demás para hacer brillar más luz en este mundo.
Entonces, cuando surjan los problemas difíciles, déjele que sea una oportunidad para hablar con sus hijos sobre cómo Dios los está llamando para mejorar las cosas. ¿Cuáles son sus talentos e intereses? ¿Qué necesidades o problemas en el mundo les llaman la atención?
Si nuestros hijos crecen entendiendo que sus vidas están destinadas a ser un regalo para este mundo, les proporcionará un sentido de propósito, que a su vez fomenta la esperanza.
Prepararse para la acción
Los problemas que vemos a nuestro alrededor pueden hacernos sentir pequeños e indefensos. Muchos jóvenes sienten esto hoy en día: los desafíos pueden parecer insuperables y es fácil volverse cínico y pesimista.
Pero actuar nos ayuda a salir de la desesperación y da esperanza a la vida. Ninguna acción es demasiado pequeña para provocar un cambio; de hecho, la mayoría de los cambios ocurren al darse una pequeña acción y luego otra.
Podemos mostrar a nuestros hijos, mediante el ejemplo y el estímulo, que las acciones son importantes. Cómo tratamos a nuestro prójimo, defendemos la verdad, servimos a los pobres y marginados, nos tomamos en serio nuestros deberes cívicos; hay muchas formas en que los niños pueden aprender que las acciones, grandes y pequeñas, marcan la diferencia.
Y no olvidemos la acción más poderosa de todas: la oración. Cuando enseñamos a nuestros hijos a orar, les damos no solo una herramienta, sino una forma de vivir que no solo afecta el cambio en el mundo, sino que también cambia sus propios corazones.
Sin la conversión constante de nuestro propio corazón, ninguno de nosotros puede llegar aquello para lo que fuimos creados.
Cuando los niños son muy pequeños se dan cuenta de las pequeñas cosas: el caracol que se abre paso lentamente por la acera, las margaritas empujando la hierba apenas verde, la sonrisa desdentada de un anciano que pide dinero en la calle.
Los niños pequeños notan lo bueno y lo bello. Pero a medida que crecen, se vuelven más conscientes de la oscuridad en el mundo, las preocupaciones de los adultos, los problemas y males que los rodean.
Como padres, nuestra misión es seguir destacando la belleza y la bondad. Puede haber guerras, enfermedades y desastres naturales; pero el amanecer y el atardecer nunca decepcionan. Y hay gente amable y valiente que nos inspira, y muchos lugares para presenciar la bondad de Dios.
Al igual que la fe y el amor, la esperanza debe cultivarse. Comienza en la niñez. La esperanza se basa en parte en la creencia de que nada es imposible para Dios, y la victoria ya está ganada, no importa cuán desordenadas puedan estar las cosas de este lado del velo.
A medida que cultives la virtud de la esperanza en tí mismo como padre, tus hijos la verán en lo que dices y haces.