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Santa Cecilia, la virgen mártir, patrona de los músicos

SAINT CECILIA
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Dolors Massot - publicado el 22/11/14 - actualizado el 21/11/24
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Virgen y mártir, Cecilia es una santa muy antigua que enseña a nuestra generación a servir a Dios en cuerpo y alma, y a no temer a la muerte por amor a Él

Santa Cecilia es una mártir de los primeros siglos del cristianismo. Poco se sabe de ella, pero una historia cuenta que prometió a Dios su virginidad. Sin embargo, sus padres la dieron en matrimonio a un joven de nombre Valeriano.

Ella, obediente a sus padres se casó, pero en la noche de bodas confesó a su esposo la promesa hecha a Dios de mantenerse virgen. Le dijo que un ángel custodiaba su cuerpo, y si él se atrevía a tocarla, el ángel enfurecería. Entonces, Valeriano pidió ver al ángel.

Cecilia respondió que lo vería si se bautizaba, enviándolo con el Papa Urbano I. Ya hecho cristiano, el ángel se apareció a los dos, coronándolos de rosas y azucenas.

Su martirio

Aunque de ella se tiene poca documentación histórica, está testimoniada la muerte por martirio del marido y del hermano de éste, Tiburcio, también convertido al cristianismo.

La santa fue condenada a morir ahogada en el baño de su casa, pero como sobrevivió, le vaciaron agua hirviendo, de lo cual también resultó ilesa. Finalmente, fue decapitada.

Santa Cecilia aparece citada en el Canon Romano de la Misa. Su fiesta se celebra el 22 de noviembre.

Santa patrona

En 1548 fue el Papa Gregorio XIII quien declaró a santa Cecilia como patrona de la música y de los músicos, porque su asociación con ella le había dado gran popularidad, de acuerdo con algunas leyendas.

En una se decía que el día de su boda, Cecilia oraba cantando a Dios en su corazón. Pero pudo ser también que tocara algún instrumento, como se acostumbraba entre las familias ricas de aquel tiempo.

Oración

Gloriosa virgen y mártir Santa Cecilia, modelo de esposa fiel a Jesús:

Mírame aquí humildemente ante ti. Soy un pobre pecador que vengo a implorar tu poderosa intercesión ante Jesús, a quien tanto amaste, dame un verdadero arrepentimiento de mis pecados, un propósito eficaz de enmienda y una heroica fortaleza para confesar y defender mi fe.

Permíteme vivir y morir en esta santa fe, y dame lo que necesito para vivir santamente.

Escúchame, oh virgen poderosísima, para que merezca disfrutar un día de la eterna felicidad.
Así sea.

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