Los contemplativos oran y trabajan, pero lo importante no es lo que hacen sino lo que son
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Este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos la Jornada Pro Orantibus, el día de los consagrados en la vida contemplativa.
La contemplación del misterio de Dios nos trae a la memoria a aquellos que han hecho de su vida un canto de alabanza a Dios, al que dedican todo su tiempo en la contemplación del misterio que los acerca de modo paradójico a la vida de los hombres.
Nadie como los contemplativos saben escuchar el latido del mundo. Los contemplativos no se apartan del mundo, todo lo contrario, miran el mundo desde Dios. Desde sus vidas sumergidas en la escucha, los contemplativos sirven a la Iglesia, y evangelizan, es decir, llenan el mundo de Evangelio. Los contemplativos evangelizan orando.
La oración es una forma privilegiada de evangelización; es más, no hay verdadera evangelización si no es desde la oración. Sin la oración el anuncio misionero se convertiría en un proselitismo sin alma, en el anuncio de una idea, pero no en la comunicación del Evangelio que es vida.
La oración nos hace testigos de lo que anunciamos. La experiencia de Dios que vivimos en el encuentro íntimo con Él nos capacita para ser sus testigos en la Iglesia y en el mundo.
Podemos preguntarnos, ¿qué hacen los contemplativos?, ¿cuál es su misión? Los contemplativos oran y trabajan. Pero lo importante no es lo que hacen sino lo que son. Con su vida nos muestran su vocación. Nos enseñan la belleza del rostro de Dios, nos llevan a lo esencial. Por eso, son también un signo profético en el mundo en que vivimos.
Os invito a conocer, a estar cerca de la vida de los contemplativos. Es un regalo participar de su oración, conocer su vida, contagiarnos de su paz y de su alegría, descubrir que hay muchas cosas en la vida que no son necesarias.
La sencillez, la austeridad, la limpieza de corazón que transmiten los contemplativos son un bálsamo para tantas vidas cansadas y agobiadas.
Los monasterios de monjes contemplativos son un tesoro para nuestra comunidad diocesana; un tesoro que hemos de cuidar como tal. Os invito a pedir por estos religiosos, y a pedir por las vocaciones a este estado de vida. Ellos han elegido la mejor parte.
¿Por qué no va a haber jóvenes que quieran para su vida lo mejor? El Señor sigue llamando, y espera la respuesta de personas generosas que quieran hacer de su vida una preciosa ofrenda en favor de los hombres, en una vida de contemplación.
Demos gracias a Dios por el don de la vida contemplativa, que hace a la Iglesia más hermosa y nos recuerda a todos que hemos de vivir en lo esencial, en Dios autor y meta de nuestra vida y salvación.
Por monseñor Ginés García Beltrán, obispo de Guadix
Artículo publicado por la agencia SIC