
Conoció la pobreza desde pequeño y más tarde la asumió voluntariamente convencido de que renunciar a lo material es fuente de libertad interior.

Siempre sintió la necesidad de llevar una profunda vida de oración, así que bien joven optó por una vida contemplativa como carmelita, tomando el nombre de fray Juan de San Matías.

Fue ordenado sacerdote y se ocupaba personalmente de las necesidades (también físicas) de sus hermanos frailes, sobre todo de los enfermos.
A los 25 años conoció a Teresa de Jesús, quien le invitó a unirse a ella para fundar los carmelitas descalzos, y volver así a los orígenes de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
De esta manera se convirtió en el primero de los frailes descalzos, en una sencillísima casa de Duruelo (Ávila), y tomó el nombre de fray Juan de la Cruz. Había aprendido que el sufrimiento enciende la llama del verdadero amor.

En esa aventura de reformar el carmelo fue incomprendido, perseguido, e incluso encarcelado y maltratado por sus propios hermanos religiosos.
Sin embargo, se mantuvo unido íntimamente a Cristo y en él encontró todo lo que necesitaba. Murió en Úbeda (Jaén) el 14 de diciembre de 1591.

Es patrono de los poetas en lengua española.
