Aleteia logoAleteia logoAleteia
jueves 28 marzo |
San Cástor de Tarso - Jueves Santo
Aleteia logo
Estilo de vida
separateurCreated with Sketch.

¿Por qué es tan difícil pedir ayuda?

WYDOBYWANIE DOBRA

Toa Heftiba/Unsplash | CC0

Edifa - publicado el 12/05/21

A veces es más fácil ayudar a alguien que aceptar la ayuda. Reconocer que necesitamos a los demás requiere una buena dosis de humildad y de sencillez

La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!

 

DONE AHORA

Amar es dar, todo el mundo lo sabe. Pero a veces olvidamos que también es recibir, porque eso parece demasiado poco costoso como para constituir una prueba de amor.

Quizás leas estas líneas en un rincón de tu cocina ante una montaña de vajilla sucia: «Pues yo precisamente querría que me echaran una mano. ¡Y te garantizo que no me supondría ningún esfuerzo aceptar la ayuda!».

¿Ningún esfuerzo? ¡No estoy tan segura! No siempre sabemos pedir ayuda ni aceptar la que nos ofrecen espontáneamente: «Eres demasiado pequeño, no sabrás hacerlo», afirmamos a nuestro benjamín, que se marcha desanimado. Y a una amiga de visita: «¡Quédate sentada! Estás aquí para descansar».

Cuando no nos ayudan, o no lo suficiente, por lo general se nos da bien refunfuñar, enfadarnos o sufrir en silencio con aire de víctima resignada (según el carácter de cada uno).

Pero nos resulta más difícil expresar clara y simplemente nuestros deseos. Querríamos que los demás adivinaran lo que esperamos de ellos. Uno de los errores más frecuentes en la pareja, en la familia o en un grupo de amigos es creer que el afecto permite leer los pensamientos de los demás.

¿Por qué a veces nos cuesta dejarnos ayudar?

«He terminado por detestar las grandes comidas de vacaciones, por todo lo que implican de compras que hacer, de cocinar, de fregar…»

Sí, pero ¿cómo se dice eso a la familia o a los invitados? No nos atrevemos a reconocer los límites de nuestro sacrificio y de nuestra paciencia. Convertimos en un deber garantizar que cada uno tenga unos días despreocupados, incluso a costa de asumir todas las cargas sobre nuestra espalda.

Sin embargo, el Señor nos muestra el camino. Él, que es el Todopoderoso, el creador y el maestro de todo, quiso tener necesidad de ayuda.

Se hizo niño, totalmente dependiente de sus padres. Pidió de beber a la samaritana y de comer al joven de la multiplicación de los panes. Incluso en el momento álgido de la Pasión, aceptó la ayuda de Simón de Cirene para cargar su cruz.

Se hizo pobre para que pudiéramos venir en su ayuda. Se hizo hombre para que, al socorrer a nuestros hermanos, nosotros le socorriéramos, a Él, que «tuve hambre, tuve sed, estaba de paso, desnudo, enfermo, preso…» (Mt 25, 35-36).

Pudo haber prescindido de nosotros, pero escogió necesitarnos: Él sabía que no tenía un mejor medio de mostrarnos hasta qué puntos somos importantes para Él y cuánto confía en nosotros.

¿Por qué a veces nos cuesta dejarnos ayudar? Hay todo tipo de razones, más o menos vinculadas entre sí, que pueden entrar en juego. Primero, las dificultades de comunicación aludidas antes.

Luego, la falta de confianza en uno mismo: «Los que me ayuden van a ver seguro que no lo hago todo perfecto, quizás me juzguen y me critiquen». Es particularmente cierto si la opinión de las personas en cuestión nos resulta importante (padres o suegros).

Pedir que te ayuden es también renunciar a controlarlo todo

Pedir ayuda es reconocer que no somos todopoderosos y que necesitamos a los demás. Y aceptar a los otros tal y como son, no como querríamos que fueran.

No van a ayudarnos poniéndose a nuestras órdenes como esclavos, sino aportando su personalidad propia, con riquezas que quizás nos desconcierten y límites que pueden irritarnos.

Trabajar con otra persona requiere más paciencia que hacerlo solo. Tender la mano hacia el otro para pedirle ayuda – ya sea para echar una mano para cortar el césped o para un favor más importante – es una manera muy hermosa de ponerle en valor, de elevarle a sus propios ojos mostrándole nuestra estima.

¿A quién no le gusta sentir que es útil y agradable para los demás? Desde el pequeño de 6 años orgullosísimo de vaciar solo el lavavajillas (aunque rompa un plato de vez en cuando), hasta el abuelo pegado a su sillón que pasa horas reparando un juguete roto, cada uno está feliz de tener su lugar.

Y cuando recibimos a seres queridos en casa, uno de los mejores medios para romper el hielo y crear vínculos es preparar la comida o pintar las ventanas juntos. ¡No nos privemos de eso!

Christine Ponsard

web3-woman-shy-shame-smile-sun-ok-shutterstock
Te puede interesar:¿Te cuesta pedir ayuda?
Tags:
ayudahumildadvalores
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más