¿Cómo hablar de sexualidad a nuestros hijos adolescentes? ¿Hay que darles respuestas poéticas o información técnica? Los padres, igual que sus hijos, a menudo se sienten desconcertados, inermes e incómodos durante una conversación así. Aquí hay algunos consejos prácticos de una sexóloga.¿Los padres están equipados para hablar del amor “de verdad” con la soltura del abad bloguero francés Pierre-Hervé Glosjean, especialista en ética y bioética? Hacia la entrada de la secundaria, quizás se sientan incómodos al abordar el tema de la sexualidad con sus hijos y salen del apuro a menudo con un discurso dogmático un poco forzado.
Pero cuidado, “el adolescente piensa ‘¡Socorro!’ cuando sus padres vienen en plan ‘tenemos que hablar de una cosa’”, afirma Thérèse Hargot, sexóloga, filósofa y autora de Une jeunesse sexuellement libérée (ou presque) [“Una juventud sexualmente liberada (o casi)”].
¿Cómo abordar entonces esta cuestión como es debido? Empezando muy pronto, contesta la especialista: “La sexualidad se construye desde la pequeña infancia, diría incluso que desde el seno de la madre, en la manera en que los padres proyectan al niño, cambian los pañales, tratan el cuerpo y favorecen el pudor”.
El discurso de los padres debe variar entre la secundaria y el bachillerato
El papel de los padres es mucho más amplio que el de un educador que intervenga en el entorno escolar, por ejemplo, porque suministran información a lo largo del tiempo, sobre todo a través del lenguaje no verbal. El clima en el que se va a criar el niño, si los padres se quieren, si viven ellos mismos una sexualidad conforme a los mensajes que recalcan, son elementos que en su conjunto configurarán su visión.
“La manera en que los padres viven y expresan su amor vale más que cualquier discurso”, resume Thérèse Hargot, “y un padre o madre cómodo no se plantea la pregunta de cómo hablar de sexualidad ni cuándo”.
Esta educación no verbal a largo plazo no debe desterrar las charlas más directas sobre el tema, pero también aquí los padres deberán hacer gala de pedagogía y paciencia. Hoy en día, para pasar de un discurso generalizado que banaliza las experiencias a una sexualidad magnificada por la teología del cuerpo hace falta avanzar progresivamente.
“Cada cosa a su momento”, insiste Thérèse Hargot. En secundaria, el preadolescente descubre un cuerpo al que le cuesta adaptarse debido a sus cambios. Al preguntarse sobre su identidad, entonces puede escuchar palabras sobre la educación afectiva como una disciplina intelectual.
En cambio, en bachillerato, un discurso espiritual tendrá mucho más arraigo en un terreno afectivo ya preparado, “una vez haya comprendido quién es, que haya tenido su propia antropología, su discernimiento. Hace falta madurez afectiva para ser capaz de integrar la alegría de la castidad antes del matrimonio”.
Los escollos que hay que evitar
Por último, los padres deben tener cuidado con evitar dos escollos. El primero es evocar la sexualidad únicamente en forma de prohibición. El segundo es, en el otro extremo, hablar únicamente de la belleza del cuerpo o de la maravilla del bebé por nacer. En el primer caso, el adulto no acompaña las preocupaciones presentes en el joven que descubre su cuerpo y el sentimiento del amor. En el segundo caso, “se pasa por alto que el niño no es el objetivo de la sexualidad, sino sólo su fruto”.
La sexóloga propone más bien apoyarse en las emociones del joven, en el placer que puede experimentar, para mostrarle que algún día esa unión le procurará la alegría que espera. Asegurándose, por supuesto, de que el placer sexual no sea el objetivo de la unión, sino una expresión del amor que la acompaña.
Olivia de Fournas
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