Hay una palabra de nuestro vocabulario de padres que conviene desterrar para vivir y disfrutar el momento presente con nuestros hijos.Ojalá el bebé duerma del tirón, ojalá empiece a caminar ya, ojalá empiece a ir a la escuela pronto, ojalá pase ya el bachillerato, ojalá… ¿Qué hay más habitual que escuchar este tipo de frases o que la pronunciemos nosotros mismos? Sin embargo, ese “ojalá” no es algo anodino…
Ese “ojalá” nos impulsa instantáneamente a un tiempo que aún no se nos ha dado, que no podemos vivir todavía, pero con el que nos ponemos a soñar. Esta expresión que parece tan trivial nos arrastra insidiosamente a lamentar lo que vivimos hoy, impidiéndonos disfrutarlo y admirar su color particular.
Disfrutar este momento único
Admirar requiere tiempo. Decidir estar presente en este día permite ver su belleza que, igual que el bien, no hace ruido, se oculta incluso, y exige cierta actitud de nuestra parte para revelarse. Esta voluntad de ver el bien y la belleza a través de las dificultades cotidianas reclama una abertura del corazón, una actitud de madre que decide aceptar lo que le toque vivir. Y no soñar con lo que sería posible pero que no es. Y entonces, de forma sorprendente, la misma situación, el mismo día a día, puede transformarse a través de la mirada positiva y convertirse en fuente de fascinación.
¡Qué alegría ese bebé abandonado en nuestros brazos, incluso en mitad de la noche! ¡Qué alegría verle descubrir el mundo, incluso tocándolo todo! Tomémonos el tiempo de disfrutar este momento que es único porque va a pasar y, así, en cada periodo de la vida, de la nuestra y de la de nuestros hijos, podremos descubrir su riqueza. Esta actitud del alma es extremadamente tranquilizadora para el niño, el cual, por su parte, no puede proyectarse en el futuro.
Dejemos de soñar
Ese “ojalá que…” no es anodino. Puede revelar cierto estado mental y cierta perspectiva sobre el niño. El niño tendrá la sensación de que no es el que esperaban, el que debería ser, ya que los padres sueñan con otra cosa. Esta pequeña expresión fragiliza secretamente el vínculo de confianza, pone al niño en la inquietud de no corresponderse con el proyecto parental. Dediquemos tiempo a admirar a nuestros hijos, no sólo cuando nos divierten, sino sobre todo por lo que son.
Aprendamos, por tanto, desde los primeros años de nuestros hijos, a dominar nuestro lenguaje y esforcémonos por admirar sus cualidades más que por ver sus defectos. Dejemos de soñar y observemos de forma positiva. Entonces, la alegría podrá hacer su entrada en la casa ¡porque la vida, su vida, es hermosa! Para no estropearla, pensemos en despertar y agudizar la conciencia de nuestros hijos haciéndoles comprender que no todos los deseos son buenos, que elegir el bien y cumplirlo trae alegría. ¡Abandonemos definitivamente las espirales negativas que conducen a la muerte y elijamos la vida que nos hace renacer!
Inès de Franclieu