Es posible tener una buena reacción ante una crítica y no molestarse ni enfadarse con el otro. Te explicamos cómo
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A lo largo de la vida, las frases inoportunas de los demás pueden desequilibrarte un poco. Momentos de cansancio, de divergencias sobre las valoraciones de una situación, un sentido del humor de dudoso gusto, pueden generar, con tus allegados, palabras ácidas que a menudo hacen mucho daño. Sin embargo, si las críticas te irritan fácilmente, conviene que te preguntes sobre tu propio funcionamiento, que busques la causa de esta hipersensibilidad.
Que una frase desagradable, incluso cruel, te siente mal, es del todo normal. Pero que te haga sacar las uñas y que te hiera hasta impulsarte a reaccionar brutalmente, ¿no es signo de que posees a la vez un detector potente y un amplificador pequeño de la más mínima falta de respeto o de comprensión?
Es un poco como si tuvieras una herida abierta que siente profundamente el menor patinazo del lenguaje de tus seres queridos. Entonces, ¿de dónde puede venir esta capacidad de ser herido tan fácil y profundamente?
Aprender a mantener la calma gracias a un autoanálisis
Prueba a realizar un sencillo autoanálisis, aunque no es necesario remontarte a la lejana primera infancia. Pregúntate, por ejemplo, si tienes una buena autoestima, si dudas del amor que te dedican, si piensas que no cuentas para nada, si aborreces la falta de respeto o la vulgaridad, etc.
De cualquier modo, toma consciencia de que, al afectarte tanto con las palabras desafortunadas, das a los demás un poder exorbitante sobre ti: el poder de desestabilizarte, por no decir de destruirte.
Por lo tanto, aprende a mantener la calma que, además, es algo que desarma inevitablemente a quien pensó en herirte. Así, no solo calmas la situación, sino que la gestionas. ¡Si pruebas esa serenidad desarmante, seguro que la adoptas!
Comprender al otro sin juzgarlo precipitadamente puede ayudarte también a dominar tus reacciones. ¡Cuántas veces la palabra adelanta al pensamiento! ¡Cuántas veces un cónyuge o un adolescente que ha sufrido una vejación vuelve a casa con su rencor y lo toma con el primero que se cruza!
Después, es a menudo el primero en reconocer que no pensaba las palabras hirientes que dijo y pide perdón, aunque sea de forma torpe. Por otro lado, si estas frases hirientes vuelven a aparecer, quizás haya que buscar el fondo del asunto, el agravio importante que el agresor te reprocha. Pregúntate: “¿Tiene alguna razón seria para lanzarme tantos reproches casi a diario?”.
Frente a la crítica en familia, adopta esta actitud
En el seno de la familia, existe un medio para cortar de raíz estas desafortunadas heridas. En la pareja, se debe aprobar un contrato expresado con claridad, incluso por escrito:
“Querido/a, sucederá inevitablemente que te diga cosas que te hagan daño, que haga gestos que te molesten, pero tienes que saber no serán cosas que yo quiera decir de verdad. Si sucediera, será por pura torpeza, te diré tonterías que se escapan de mi control, y no por crueldad, porque no tengo intención ninguna de hacerte sufrir”.
Incluso con tu hijo, sobre todo si es adolescente, no tomes lo que dice al pie de la letra. Pregúntate si está sufriendo por algo que explique esa agresividad. Y si fuera necesario, si se muestra desagradable constantemente, que pueda expresarse en una asesoría familiar, donde todo el mundo, incluso la madre, tiene derecho a decir lo que siente sin ser juzgado ni recibir el menor reproche.
Las cosas pueden decirse con sencillez. Evitemos dramatizar con demasiada rapidez, ya que corremos el riesgo de entrar en el círculo vicioso de una escalada de agresividad. Y que quien tenga consciencia de haber dañado al otro se apresure a reconocer su error y pedir perdón sin tardanza con claridad. Por último, por favor, permitámonos también, en nombre del amor, ¡mostrar un poco de sentido del humor!
Denis Sonet