El cansancio es una de las múltiples causas de discusión en la pareja. Sin embargo, es posible evitar estas riñas tomando unas sencillas precauciones
La fatiga es una señal de advertencia. En el plano fisiológico, nos indica la necesidad de recuperarnos. En el plano emocional, puede hacernos atentos al peso, al impacto de los acontecimientos que acabamos de vivir y llamarnos a tomarlos en consideración.
Desde el punto de vista psicológico, el cansancio nos muestra quizás que no estamos en nuestro lugar o que cargamos con algo que nos supera. Espiritualmente, nos invita al equilibrio de vida, a descansar en Dios o, paradójicamente, a volvernos hacia los demás.
En la pareja, revela eficazmente los defectos y es una ocasión en la que redoblar el cuidado y los cuidados. Al debilitar nuestra capacidad de controlarnos o de tomar las riendas de nuestra vida diaria, nos empuja a buscar un relevo, principalmente en el lado de nuestro cónyuge (si es que no está tan fatigado como nosotros…).
Un momento de verdad sobre uno mismo
Uno de los esposos tiene un defecto: señala con cierto tono un tanto humillante que el otro no ha hecho las cosas como debía. El otro también tiene un defecto: es susceptible. Y viceversa. Cuando uno no está cansado, el tono no es humillante. Cuando el otro no está cansado, no se mosquea.
Un día, la espiral previsible se detiene de golpe cuando ella dice: “Estamos cansados”. La tensión se relaja en los dos y también en los niños que conocen esta conversación un tanto absurda de la que se burlan a veces.
Por supuesto, no todas las peleas están ligadas a la fatiga. Pero la dificultad de autocontrol que provoca el cansancio puede ser toda una oportunidad. La discusión o la actitud menos ajustada es un momento de verdad sobre uno mismo. El cansancio ataca nuestra omnipotencia y nuestro perfeccionismo. Nos hace vulnerables, relativiza nuestra autonomía y subraya nuestra necesidad del otro. Nos recuerda que tenemos un cuerpo y que le debemos ciertos cuidados.
El primer paso del reposo: darse espacio
En una familia que valore mucho el autosacrificio, la consciencia de la fatiga puede ser insuficiente. Jesús indica a sus discípulos cansados que el primer paso del reposo es apartarse.
Este retiro permite dedicar tiempo a determinar qué tipo de reposo conviene: sueño, ejercicio físico, naturaleza, música, lectura relajante, cuidado corporal… y también reflexionar sobre el cambio circunstancialmente necesario para no perder nuestra energía, para atravesar de otro modo ciertas situaciones.
Por ejemplo, el diálogo con nuestro cónyuge puede resultar agotador si tuerce hacia el debate y no da preferencia a la escucha. ¿Quizás habría que fijar unas reglas para hablar sin fatigarse?
Otro ejemplo: una situación de injusticia es muy fatigosa. Provoca una cólera a menudo interiorizada que absorbe la energía. ¿Cómo admitir que nuestro cónyuge no asume una u otra responsabilidad?
Cierto distanciamiento resulta necesario para aclarar lo que está en juego. A veces, se trata de un sentimiento de injusticia que se basa en una visión distorsionada que hay que examinar pacientemente entre los dos. La fatiga a menudo nos distrae del diálogo, aunque es un momento clave que aprovechar.
Sophie Lutz