Vigilancia de los ojos y de los oídos, combate espiritual, Eucaristía
El corazón se menciona más de 800 veces en el Antiguo Testamento y 150 veces en el Nuevo. El corazón es a la vez el órgano físico y el lugar más íntimo del ser humano. No es solo la sede de los sentimientos, sino también la de las elecciones con inteligencia y voluntad.
Por eso Dios nos “manda” que Lo amemos “con todo tu corazón”. Pero ¿qué significa esto?
Nuestro corazón puede estar compartido entre grandes deseos de bien e inclinaciones hacia el mal. El pecado, por tanto, tiene aquí su origen y trae la división a la intimidad misma del hombre.
El grito del orante consistirá entonces en mendigar un corazón, UNO (Sal 86) como Dios mismo es UNO. Un corazón unificado en sus deseos, sus pensamientos y sus acciones. Un corazón orientado hacia el único Señor.
Para unificar nuestro corazón, hay que evitar dejarse invadir por razonamientos falaces o ideas a veces obsesivas. Es lo que llamamos el “combate espiritual”.
Gracias a la “vigilancia de los ojos” y la “vigilancia de los oídos”, velamos constantemente por mirar y escuchar para permanecer unidos al Señor en cada instante de nuestra vida.
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