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Pareja: Ser uno sin dejar ser dos

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Antonio Guillem - Shutterstock

Edifa - publicado el 18/05/20

¿Es posible la fusión de una pareja sin llegar a asfixiarse?

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Una pareja necesita estar unida y al mismo tiempo hombre y mujer necesitan encontrar la distancia apropiada para que su relación funcione correctamente. ¿Cómo permanecer unidos pero conservando una libertad sana? ¿Cómo amar intensamente sin con ello asfixiar al otro ni sentirse solo en la pareja?

Toda pareja está motivada por dos grandes deseos que pueden parecer contradictorios y difíciles de conciliar.

  • El primero: el deseo de unidad. Quienes se aman tienen, en general, una sed ardiente e impaciente de vivir una unión profunda. Por necesitan la presencia del otro y compartir su vida con esa persona.
  • El segundo: el deseo de seguir siendo uno mismo. En oposición al deseo de unidad, o al menos de forma paralela, existe el fortísimo deseo de conservar la propia personalidad, y no quedar absorbido por la fusión.

Queremos la unidad, pero al mismo tiempo queremos mantener una distancia que nos impida perdernos en el otro. Así, toda pareja vive en la tensión de ser uno y seguir siendo dos. Permanecer unidos, pero separados. Próximos y distantes a la vez.

Ser uno y seguir siendo dos

Hay quien dice que, frente al “yugo del matrimonio”, lo ideal es la “unión libre”.Pero “unión” y “libre” son dos palabras que no son tan fáciles de conciliar. Nunca se puede vivir perfectamente la unidad y la libertad.

En una pareja, no podemos estar totalmente unidos y ser totalmente libres a la vez. La manta es demasiado estrecha: si la unidad tira de un lado, la libertad pasa frío por el otro, y viceversa.

Cualquier pareja, como cualquier comunidad, se construye sobre un equilibrio permanente entre estas dos exigencias. Y entonces vemos surgir tres tipos de pareja:

  • Las parejas donde predomina la unidad. Parejas “pegadas con pegamento”, que se entienden bien, pero a menudo pagando el precio de aplastar la personalidad de alguno. Parejas en las que uno de los cónyuges parece estar asfixiado por el otro, demasiado ávido de unidad.
  • Las parejas donde predomina la libertad de cada uno. Parejas alérgicas a las ataduras. Parejas que se dicen “modernas” porque cada uno tiene la posibilidad de priorizar aquello que desea. Parejas “liberadas” que no conocen ese sentimiento “malsano” de los celos, o eso pretenden. U otro caso ejemplar, las parejas atrapadas por la rutina en las que los cónyuges viven uno al lado del otro en dos vías paralelas, que se distancian además con los años. La unidad se sacrifica y, tarde o temprano, uno de los cónyuges sufre de soledad, de falta de calor humano.
  • Las parejas que intentan hacer coexistir unidad y libertad: Son cónyuges que, en cierta circunstancia, respetan la diferencia e incluso se alegran por ella pero, en otra circunstancia, son capaces de reconstruir la unidad que sacrificaron un momento. Parejas que no temen alejarse a veces el uno del otro, un momento, para reencontrarse mejor.  Cada uno puede vivir actividades que le satisfacen, con la condición luego de compartir con el otro sus descubrimientos o sus contratiempos. Así se reconstruye la unidad, pero no a pesar de la diferencia, sino en base y gracias a la diferencia. La unión es vivida con respeto hacia el otro.

Encontrar el punto medio y lograr una verdadera armonía

En los problemas corrientes de la vida conyugal es importante salvar siempre estas dos aspiraciones, mostrando interés por la que haya podido quedar excluida en un momento dado. Una pareja debe respirar, con tiempos intensos de unión alternados con intervalos de libertad. Es la única forma de evitar a la vez la asfixia y la soledad de los dos.

Esto requiere que cada cónyuge acceda al amor adulto, que renuncie a la idea infantil de un amor posesivo y que sepa que puede soportar cierta soledad. Y esto exige también un amor tierno que tenga sed de esos grandes momentos de comunión en los que la pareja se revitaliza después de las inevitables separaciones.

Aquí abordamos el problema por excelencia de toda pareja: la tensión inevitable entre “ser uno” y “seguir siendo dos”.

“Nacisteis juntos y juntos para siempre”, dice el poeta libanés Khalil Gibran en El profeta. “Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía.Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura. (…) Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte”.

Denis Sonet

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