De la A a la V, descubre las palabras que revelan facetas del misterio de la oración
¿Qué es una oración? ¿Es una opción cuando tenemos tiempo? ¿Se practica la oración de forma fracturada? ¿Leer salmos o un pensamiento a Dios en el medio de nuestro día? Aquí tienes un abecedario de oración que te ayudará a responder a todas estas preguntas.
ABBA
¿Cuál es la originalidad de la oración cristiana? Es ser la oración del propio Cristo. De hecho, cuando un discípulo vio a Jesús orando, un día le pidió: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Jesús no inventa una oración para ser recitada. Él pone en nuestros labios, y el Espíritu Santo pone en nuestros corazones, su propia oración: su plena confianza, su adoración amorosa, su súplica ardiente, su alabanza incesante. En una palabra, este grito característico: “Abba” (Padre).
En latín, la adoratio evoca el envío de un beso, que el Papa no dudó en entender como un gesto de comunión, boca a boca. En cambio, en griego, la proskynésis sugiere la postración: el hombre se reconoce como muy pequeño ante el Infinito.
Se trata de alabar al Señor, de agradecerle con nuestras propias palabras desde nuestros corazones y nuestra vida diaria. Alabar a Dios por lo que es, por lo que hace por nosotros. Alabar al Señor es aplaudirlo, agradecerle por ser Dios y llenarnos de felicidad. Debemos tener en mente un hecho elevado de Dios cuando lo alabamos, para buscar en nuestras vidas y en nuestra experiencia cosas por las cuales podamos alabar al Señor.
“En la oración, lo que cuenta no es pensar mucho, sino amar mucho“, dijo santa Teresa de Ávila. Y el beato Carlos de Foucauld: “Cuando amamos, quisiéramos hablar sin cesar del ser que amamos, o al menos mirarlo sin cesar: la oración no es otra cosa que eso”.
BENDECIR
En la Biblia, este verbo – literalmente “hablar bien de” – tiene una variedad de usos muy diversa, desde la salutación rutinaria intercambiada en el camino, hasta la expresión de los más altos dones de Dios. Por excelencia, el que bendice es Dios, es la bendición que da vida. Y se bendice a alguien en el nombre de Dios que es el único que puede bendecir. Las numerosas bendiciones utilizadas en la vida cristiana siempre evocan -en menor medida- la bendición fundamental de la Eucaristía.
¿Amamos a nuestros hijos, a nuestro cónyuge, a tu amigo en el hospital, a nuestros ancianos padres? ¿Basta con “pensar en ellos a veces durante el día”? Ciertamente les complace, pero nunca reemplazará los escasos momentos que pasamos con ellos, sin hacer nada más. Tenemos que ir a verlos. De lo contrario, nuestras buenas intenciones no son más que malas excusas. Y si queremos vernos, tenemos que tomarnos el tiempo, tenemos que pedir una cita. Debemos hacer lo mismo con Dios, tomarnos por lo menos 15 minutos durante el día para rezarle.
CON
Rezar no es un fin, sino un medio. La meta es la vida con Cristo: “Que nunca esté separado de ti“. “Poder decir con el apóstol Pablo: “Para mí, la vida es Cristo“. Para estar con el Señor todo el tiempo, debemos de vez en cuando estar a solas con Él, dejándolo todo por Él, para que Él esté en el corazón de todo.
El cuerpo es fundamental en el momento de la oración. “Sus cuerpos son templo del espíritu Santo” (Cor 6, 19), ha sido creado para ser entregado. Ayuda a interiorizar las oraciones más sencillas y a expresarlas en una liturgia sobria o grandiosa, en la oración silenciosa o en las oraciones aprendidas de memoria. Hay un gesto de oración común a todas las religiones, aunque las representaciones de lo divino difieran: de pie, sentados, postrados, manos entrelazadas en adoración o manos levantadas en súplica…
Hemos demasiado empleado el verbo “hacer” con respecto a la oración. El verbo más importante es el verbo estar. Estar allí, con Él, en Él, a Él. Ese es el desafío de la oración: ya no “hacer” la oración, sino “estar” en la oración.
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