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¿Qué hacer para que los niños puedan dormir en paz?

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Edifa - publicado el 11/11/19

Dormir bien no es sólo un asunto de salud. Es también, y quizás en primer lugar, una cuestión de confianza.

Es cierto que la calidad del sueño depende en parte del temperamento, la constitución física, el estado de salud y las circunstancias externas, pero nuestro sueño también depende de nuestra capacidad de abandonarnos, de detenernos. Dormir es “tener el valor de no hacer nada”. ¿Fácil? No estoy tan segura.

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Así que hay que saber dejar de jugar pero también dejar de trabajar a la hora de dormir, incluso si crees que nos has estudiado lo suficiente para el examen de mañana. Aprender a dormir también significa descubrir que hay un tiempo para todo.

Cuando llega la hora de dormir, mi deber -es decir, mi manera de decirle a Dios que lo amo- es dormir. Dios, en todo momento, se entrega a mí completamente y espera que yo responda de la misma manera, entregándome completamente. Cuando me llama a dormir, me pide que ponga todo de nuevo en sus manos para entregarme verdaderamente al sueño, así como un niño muy pequeño se rinde completamente a los brazos de su madre.

Aceptar parar, poner todo en manos de otra persona, requiere una confianza real. Y esta confianza se aprende desde una edad temprana. Incluso los más pequeños pueden tener preocupaciones y ansiedades que los mantienen despiertos: miedo a la oscuridad o a la tormenta, miedo a un “monstruo” en el armario.

A estos temores se suman, a lo largo de los años, los problemas relacionados con la escuela y todas las dificultades de la vida. Nos corresponde a nosotros, padres, despertar a los hijos a la presencia de Aquel que nunca nos deja solos. Es esencial que los niños sepan que en cualquier momento del día o de la noche, Dios está allí, los ama, los cuida y los escucha.

Dios, pero también la Virgen María, los santos y los ángeles, que son tantos amigos a los que podemos confiar nuestras preocupaciones, temores, preguntas… en lugar de meditar a solas sobre nuestras inquietudes.

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Jaren Jai Wicklund | Shutterstock

Poner fin a las dificultades de la hora de acostarse

Un objeto puede ayudar a los pequeños a recordar esta presencia de Dios: cruz, medalla, rosario… Algunos padres se niegan: “Es peligroso reducir la Fe a objetos, como los fetiches de la suerte”. ¿Superstición? No. Para entenderlo, basta con compararlo con el “peluche” favorito del niño, que lleva a todas partes porque le recuerda el olor de su madre. Si este “peluche” ayuda al niño a dormirse porque evoca la ternura materna, ¿por qué un rosario o una cruz no pueden evocar la ternura divina de la misma manera?

La calidad del sueño también depende en gran medida de los momentos previos a la hora de acostarse. Al final del día, evite los juegos con mucho ruido. Es mejor reemplazarlos por actividades más tranquilas. El silencio (al menos relativo) permite a los más pequeños dormir sin ser molestados por la música o la televisión.

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Brytny.com/Unsplash | CC0

“Nunca se duerman sin besarse”

Hay otro punto: el perdón. Una abuela siempre daba este consejo a sus nietos: “Nunca se duerman sin besarse”. Esto hace que una de sus nietas diga: “Creo que la abuela nos ha salvado del insomnio al invitarnos a perdonar”. Por lo tanto, nunca se debe acostar a los niños con enfado hacia ellos, y viceversa.

Tampoco debemos descuidar la oración de la noche. Es ella la que nos lleva al perdón o a poder pedirlo, porque es el momento en que podemos entregarnos a la misericordia de Dios, lamentando nuestros pecados. Y es Él quien nos da la habilidad de saber perdonar y pedir perdón.

La oración de la noche también es la oración de Simeón: “En tus manos, Señor, encomiendo mi vida”. Se puede recitar o, mejor aún, cantar porque es más fácil de memorizar y la música contribuye a la calma.

Por último, no olvidemos nunca que la calidad del sueño de nuestros hijos depende ante todo de nuestra capacidad de entregarlos en las manos de Dios cada noche.

Christine Ponsard

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