Desde joven me ha gustado leer sobre las grandes aventuras de los santos.Disfruto leyendo sus biografías y los libros que nos han dejado con sus enseñanzas, reflexiones e historias sorprendentes.
Siempre he pensado que son como señales que sembraron en el camino de la vida para ayudarnos y que podamos llegar al cielo. Tiene sentido si piensas que ellos ya lo transitaron, les costó bastante y lo conocieron muy bien.
Te comparto una de estas señales con las que me he topado. Y que siempre me impresiona. En ella puedes leer:
«CONFÍA EN DIOS»
Es el primer letrero. Está en grande frente a ti.
Debes confiar en Dios, tu Padre, a pesar de todo y contra todo. No importa que tan oscuro se vea el panorama. Tú confía. Y si no sabes cómo hacerlo, pide a Dios que te de esa gracia.
Debemos confiar. Esa fue una de las lecciones que recibió Santa Faustina Kowalska y nos compartió en su diario.
“Di a todas las personas, hija Mía, que yo soy el Amor y la Misericordia. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la lleno de tal abundancia de gracias que no puede contenerlas dentro de sí, sino que las irradia a otras almas”. (Diario, 1074)
Recuerdo aquél sacerdote amigo que me contó de este amigo suyo que tenía una enfermedad mortal. Joven, con sus hijos pequeños, y aun así no desesperó.
Se encontraron para conversar y éste le dijo al sacerdote:
“Cuando me dieron los resultados de los exámenes médicos y supe que pronto iba a morir, me entró tal angustia que me subí al auto y estuve conduciendo por la ciudad sin rumbo fijo, hasta entrada la noche. Llegó un momento en que me acordé de Dios y le grité: “Por qué Dios mío, ¿por qué a mí?” En ese instante escuché una voz salida del asiento de atrás de mi auto. Yo estaba solo en ese momento. Era una voz suave, dulce y tranquilizadora. Me dijo: “No tengas miedo, Yo estoy contigo”. A partir de ese momento supe que podía confiar en Dios y aunque ocurriera lo que para mí era una tragedia, Él nunca me iba a dejar solo”.
Tengo presente esta enseñanza y en mis momentos de dificultad, cuando he llegado al límite y no sé qué más hacer, me digo:
“Confía Claudio. Debes confiar en Dios”.
Entonces opto por confiar. Es una acción voluntaria…
Decido confiar, aunque en ese momento parezca no tener sentido por lo mal que van las cosas. La confianza te mueve a la obediencia, la oración y aceptar la santa voluntad de Dios.
En ese preciso instante se hace presente la gracia de Dios y todo empieza a mejorar. ¡Es increíble! Basta dar el primer paso para que Dios corra a nosotros como un padre amoroso y te diga:
“Aquí estoy hijo mío”.
……….
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