Un jueves santo, hace muchos años, visité una parroquia y me quedé orando largo rato ante el santísimo custodiado en un hermoso monumento. Recuerdo aquella noche, como si estuviese aun allí, de rodillas. Tenía muchos pensamientos, y trataba de comprender tanto amor, el sentido de la cruz, la Eucaristía, el don de los sacerdotes. ¡Cuántas bendiciones!
Dejé a un lado mis inquietudes y las reemplacé por un simple: “Gracias Jesús”.
Esa noche tuve sueños de martirio. Me habría gustado morir al grito de: “¡Viva Cristo Rey!” Pero Dios me tenía reservada otra misión, no tan heroica: escribir, contar mis vivencias con Él.
Él nos conoce y sabe de lo que somos capaces.
Recordé un buen amigo que soñaba con estar algún día al lado de Jesús. Cierta vez me comentó emocionado: “El día que muera hagan una fiesta”. Por la tarde en el trabajo le conté a unos compañeros y una joven preguntó inquieta: “¿Por qué dijo eso? ¿Tan mal le va?”. No pude evitar sonreír. Tuve que explicarle que eran sueños de santidad.
Estaba de rodillas rezando, contemplando al Rey de Reyes. Y de pronto, como en una intuición, lo supe.
Tenía que rezar por las benditas almas del purgatorio. Nunca antes lo había hecho y no comprendí, me pareció tan extraño, pero obedecí por amor.
Debía aprender a amar y aquella era una maravillosa oportunidad.
Esa noche bendita ofrecí las visitas a los monumentos y mis oraciones por estas almas que tanto necesitan de nuestras oraciones
Le pedí a nuestro buen Jesús que las liberara a todas. No me parecía correcto pedirle sólo un alma.
Los reyes son Misericordiosos y espléndidos y no le pediría menos. Desde aquella noche rezo y pido por las almas del purgatorio, para que el buen Jesús las lleve al Paraíso.A todas, no pocas. Pido mucho porque Él puede más, en su Misericordia.
Busqué las formas en que podemos ayudarlas y las pongo en práctica.
He recibido de ellas grandes ayudas. Y las llamo: “Mis amigas, las almas benditas del purgatorio”.
Ahora te pido… me atrevo a pedirte, que seas misericordioso (a) y las recuerdes en tus oraciones.
Les prometí que te escribiría y esperan tu respuesta. Necesitan de ti. ¿Te acordarás de ellas?
Esta noche rezaré, ofreceré y pediré a Dios que tenga piedad, que derrame sobre ellas las gracias que tanto claman, para terminar de purificarse e ir al Paraíso.
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Nos gustaría recomendarte estas bellas reflexiones que podrían ayudarte a vivir estos días santos.