¿Has escuchado esta frase?: “Pon los pies en la tierra”.A mí me lo decían con mucha frecuencia. “Naif (ingenuo)”, “¿En qué planeta vives?” Sobre todo me aconsejaban: “Rodéate de personas que te pongan los pies sobre la tierra”.
La verdad es que ni yo mismo sabía en qué planeta vivía o dónde tenía mis pies puestos. Mi corazón estaba en otro lugar, en el sagrario, cruzando la calle de mi casa, donde las Siervas de María tenían una bella Capilla, en calle nueve y Avenida Roosevelt, en Colón, Panamá.
Yo quiero poner mis pies en el cielo, aunque me cueste, aunque no me comprendan.
A veces los tengo muy arraigados en la tierra y de pronto recibo el correo de un lector quien con sus palabras me anima a poner de vuelta los pies en el cielo. Así me ocurrió esta semana.
Tener los pies y el corazón en el cielo. ¡Qué maravilla!
Mi vida la ha cambiado la presencia de Dios. Para una persona como yo, que tiene tantas inquietudes y me pregunto el porqué de todo, su dulce presencia es como un bálsamo que apacigua mis dudas y sana mis heridas. Por eso lo valoro tanto.
¿Hay injusticias a nuestro alrededor? Siempre las habrá. Tienes que convivir con ellas, tratando de salir adelante, sin rendirte.
Es curioso, cada vez que enfrento una de estas injusticias, y empiezo a desanimarme, el buen Dios me envía una persona que me encuentro casualmente o me escribe animándome a continuar.
Hace poco me ocurrió en una farmacia: “Disculpe”, me dijo una dama que llevaba de la mano a su pequeña hija. “¿Usted es Claudio de Castro, el de los libritos católicos?” En broma respondí: “Inocente hasta que se pruebe lo contrario”. Ambos reímos y me dice: “No deje de escribir. Nos hace mucho bien”.
Qué bueno es Dios que se fija en sus hijos para tareas tan sencillas y las convierte en lo extraordinario.
Siempre me acuerdo de una prima de mi esposa Vida, María Jesús Alonso, quien un día me dijo:
“Haz tú lo ordinario Claudio y deja que Dios lo convierta en extraordinario”.
Justo hoy de nuevo me ha vuelto a ocurrir. Me han vuelto a poner los pies en el cielo. Es un joven que leyó mi escrito en el que les contaba mi sueño de ir a Fátima y participar con mi familia de la procesión de las velas cantando a viva voz el “Ave María”. Va a ir pronto y gentilmente me ha contado que pondrá a los pies de la Virgen mi sueño.
Para ustedes que me leen y me comentan tantas cosas, sólo tengo una palabra: “¡Gracias!”
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Querido lector puedes escuchar y compartir un audio blog, esta bella reflexión grabada por nuestro autor.
Te invitamos a conocer la interesante página del autor CLAUDIO DE CASTRO