Como tú, me encuentro encerrado en esta cuarentena obligatoria. Tenemos horarios de salidas. El mundo se ha detenido por un virus, algo que ni siquiera podemos ver. Es un enemigo invisible contra el que científicos del mundo luchan en este momento, buscando una vacuna.
De alguna forma me recuerda las tentaciones y el pecado, también invisibles a la vista y contra los que debemos luchar por la salud de nuestras almas. No creas que estos días han sido de paz y tranquilidad para mí. He tenido muchas batallas. No es fácil el encierro.
No dejo de pensar en los enfermos del coronavirus, en los que han muerto y en el sufrimiento de sus familias. Busqué en Internet y las cifras son de espanto. Dice que han muerto más de 300,000 personas al día de hoy. Es una tragedia. El Mundo de luto.
Detente un instante y piénsalo, hablamos de 300,000 almas que han partido hacia la eternidad.
Vivamos para Cristo, anhelemos la eternidad. Y seamos generosos los unos con los otros, CON LA ORACIÓN, pidiendo a Dios por esas almas.
A menudo recuerdo las palabras serias que con mucha tristeza le dijo la Virgen en Fátima a los niños pastores: Lucía, Francisco y Jacinta:
“Muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y rece por ellas”.
No hablamos de un día, una semana, un mes, un año, aquí todo es en términos de la eternidad, para siempre. He allí la seriedad del asunto.
Cuando era un niño, disfrutaba mucho leyendo libros de aventuras, e imaginaba que podría librar al mundo de la maldad y el odio del demonio, en una batalla épica, al estilo de los Tres Mosqueteros. Qué ingenuo era. La imaginación de los niños no tiene límites.
Ahora de grande, sé que podemos dar la batalla, por un medio muy sencillo, al alcance de todos: “La oración”.
Pudiendo ayudar con nuestras oraciones, ¿Por qué no hacerlo?
Tenemos a mano la más bella y sencilla de las oraciones y que la Virgen pide se rece todos los días: “El santo Rosario”.
En el verano de 1916 se encontraban los pequeños pastores de Fátima jugando. En eso seles apareció un Ángel y los urgió a la oración Lucía describió el encuentro celestial:
—¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.
—‘¿Cómo nos tenemos que sacrificar?’, pregunté.
—De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria.
Esta noche, nos espera el santo Rosario, para rezar en familia, por la paz, la terminación de esta terrible Pandemia, la salud de los enfermos, la reconciliación de las familias, los médicos, enfermeras, bomberos, policías… las benditas Almas del Purgatorio y las almas de los moribundos.
¿Te animas?