La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
Esta semana he recibido unos testimonios bellísimos de personas que han visto cambiar sus vidas desde que empezaron a visitar a Jesús en el sagrario. Los iré compartiendo poco a poco. Milagros que se dan en la vida cotidiana. Son maravillosos.
Me encanta ver cómo Dios sigue actuando, llenándonos de gracias inmerecidas.
A menudo le pregunto: “¿Cómo puedes amarnos tanto?”
Su respuesta suele dejarme sorprendido. El Amor sólo puede amar. Tal vez por eso le atribuyen a san Agustín estas palabras: “Ama y haz lo que quieras”. Quien ama todo lo hará por el bien del otro.
En estos días de gracia me he propuesto amar.
Paso por una dificultad muy seria y en mi interior una voz me repite: “Devuelve el golpe que has recibido. Véngate”. Al momento surge otra voz, esta vez tierna, sencilla y transparente: “Perdona”, me dice.
“¿Cómo perdonar?” pregunto.
Y la respuesta no demora en llegar: “Confía en Dios”.
Vienen a mi mente las palabras del Ángel Gabriel a la Virgen María: “… ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1,37)
Debo aprender tres cosas en esta cuaresma:
- Perdonar
- Amar
- Confiar en Dios
Qué sencilla sería mi vida si confiase en Dios. No me inquietaría tanto. Viviría sereno, tranquilo, con paz en mi corazón. Bastaría este sencillo razonamiento: “Tengo un Padre en el cielo para quien nada es imposible”. Como diría mi hijo pequeño: “¡Genial!”
He pasado algunos momentos muy difíciles. Y cometí un grave error. Absorto por buscar respuestas y salidas al problema, abandoné la oración cotidiana. Dejé de rezar. Es como el soldado que va a una batalla y no lleva comida ni agua. Se encuentra desprotegido. Yo estaba expuesto.Y me di cuenta al recibir tantos golpes.
En un rato iré al sagrario para rezar y estar con Jesús. Siempre encuentro paz cuando visito a Jesús Sacramentado.
Ya imagino su mirada cuando me vea llegar cabizbajo.
“¿Qué te pasó Claudio?”
“Pues nada. Supuse mal. Pensé que con mis fuerzas sería capaz de vencer y no fue así”:
“¿Testarudo el Claudio, ah?”
“Sí Señor, testarudo”.
Aquí nos echaremos a reír.
No abandonaré la oración ni la lectura de mi Biblia.
Necesito una gran fortaleza espiritual para salir adelante y cumplir los propósitos de estos días. Sin la oración y la dulce presencia de Dios jamás podré lograrlo. «Te necesito Señor«.
¿Quieres vencer?
Nunca abandones la oración ni tus visitas a Jesús en el sagrario.
…………
Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castrodonde podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario.