La Cuaresma está llegando a su fin.
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Ayer me telefoneó un amigo. Es de esas personas que procuran agradar a Dios con sus actos y sus palabras. Estaba preocupado por el rumbo de la iglesia en algunos lugares. Sentía que, en cierta forma, el mensaje se desviaba del Evangelio y la pureza de la doctrina. ¿Qué hacer?
Eso no es algo nuevo. Inmediatamente imaginé a Jesús sentado al lado de Judas, charlando, compartiendo, comiendo junto a los otros discípulos. La mirada de Jesús nunca dejó de estar cargada de amor y misericordia.
Los orígenes de nuestra iglesia católica son extraordinarios, sin embargo, empezó con un traidor infiltrado entre los seguidores de Jesús. Justamente el apóstol que lo traiciona. Es curioso, si lo piensas, Jesús nunca lo alejó de su lado ni le retiró la palabra sabiendo lo que iba a hacer.
A veces la iglesia tiene sus conflictos. ¿Por qué Dios lo permite?
Pienso que la respuesta está en la historia de la cizaña.
«Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero mientras la gente estaba durmiendo, vino su enemigo, sembró malas hierbas en medio del trigo, y se fue.
Cuando el trigo creció y empezó a echar espigas, apareció también la maleza. Entonces los trabajadores fueron a decirle al patrón: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, viene esa maleza?» Respondió el patrón: «Eso es obra de un enemigo.»
Los obreros le preguntaron: «¿Quieres que arranquemos la maleza?» «No, dijo el patrón, pues al quitar la maleza, podrían arrancar también el trigo.” (Mateo 13, 24-29)
Me parece que fue en el 1209, cuando san Francisco de Asís decidió ir a presentarse ante el papa Inocencio III. En aquellos tiempos la iglesia no era pura. Francisco a los pies del Papa, no señaló a los cardenales, ni obispos ni le habló lo mal que estaba su amada iglesia.
Le contó la parábola de los pajarillos que son libres y Dios los alimenta. Le dijo que él quería vivir así, en las manos de Dios y le pidió que le aprobara la regla de la Orden, para vivir la radicalidad del Evangelio en el amor.
¿Qué hacer entonces?¿Cuál es la respuesta? Tienes muchas opciones. La que te sugiero es muy simple. Sigue el ejemplo que nos dejó san Francisco. No señales, no critiques… Haz algo mejor…
Reza. Nunca dejes de rezar por nuestros sacerdotes, las familias y la iglesia. Y como san Francisco de Asís, vive el Evangelio en su radicalidad, amando, perdonando, siendo justo y misericordioso.
Que tu ejemplo mueva a otros en el seguimiento de Jesús.
Sé una llamita de luz, que ilumine el mundo y a nuestra iglesia, con el amor.
Dios te bendiga!