Solía tener una vida muy tranquila. Escribía mis libros, los publicaba y enviaba a diferentes países. Tenía poco contacto con los lectores. Ocasionalmente me llegaba uno que otro correo contándome las experiencias vividas luego de leer uno de mis libros.
Uno que me sorprendió mucho fue el de una joven que fue a una librería a buscar un libro que la ayudara en un problema que estaba viviendo y le hacía la vida muy difícil.
“Oré antes de entrar. Le pedí a Dios que me ayudara a elegir el libro que necesitaba. Entré a la librería y me puse a curiosear. Pasé frente a un estante y un libro cayó al piso. “¡plam!”. El ruido me hizo voltear. Lo vi en el suelo, lo recogí y lo acomodé para que no volviera a caer. Llegué al final de la estantería, regresé y al pasar frente a este libro: “¡Zas!” se vuelve a caer frente a mí como si alguien lo hubiese empujado. De nuevo lo coloqué en su lugar, esta vez con más cuidado. Seguí caminando y “¡Pum!”, volvió a caer. Era el colmo. Lo levanté y vi que era uno de sus libros don Claudio. Lo compré porque si no, me sigue hasta la puerta. Quería decirle cuánto me ayudo su libro”.
Le respondí: “Mi libro apenas te ayudó. Quien nos ayuda es Jesús, que toca los corazones y transforma vidas. Ve al sagrario y visítalo. Él te espera ilusionado”.
Todo cambió cuando me escribieron de Aleteia y me pidieron colaborarles. Por primera vez estuve en contacto permanente con ustedes, los lectores, que me han acogido en sus oraciones, han sido nobles conmigo y me han acompañado en esta búsqueda incesante de Dios.
Me enseñaron muchas cosas este año:
- Que debemos perdonar siempre, a todos.
- Que solos no podemos andar por la vida. Necesitamos a nuestros hermanos.
- Que una palabra de aliento a tiempo cambia una vida
- Que hay hambre de Dios.
Una lectora suele llamarme “consentido”, me encanta. Y me percato que, en realidad, todos, incluso tú, somos consentidos de Jesús.
Te deseo que el 2019 te acerque a Dios de formas que nunca soñaste. Que reconozcas a todos como tus hermanos Y que dediques tu tiempo a tu salvación y la de tus hermanos. Que no despreciemos a nadie, todas son almas que deben ser salvadas. Amemos, como nos pide Dios.
«Que Dios, de quien procede toda perseverancia y consuelo, les conceda también a todos vivir en buen acuerdo, según el espíritu de Cristo Jesús. Entonces ustedes, con un mismo entusiasmo, alabarán a una sola voz a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.» (Rm 15, 5-6)
Querido lector, gracias por caminar conmigo en esta búsqueda maravillosa de Dios.
Permíteme bendecirte como una expresión de aquél amor que debemos tenernos unos a otros, con la bendición de san Francisco de Asís:
“El Señor te bendiga y te guarde;
te muestre su faz y tenga misericordia de ti.
Vuelva su rostro a ti y te dé la paz.
El Señor te bendiga…”
………..
Me ilusiona invitarte a que conozcas mi página como autor católico. Puedes acceder haciendo «CLIC» aquí.¡Dios te bendiga!