Tengo un amigo que es franciscano de corazón y todos los años nos llamamos el 4 de octubre y nos saludamos con un cordial y alegre “PAZ Y BIEN”. Me siento franciscano en lo más hondo del alma, pero nunca he tenido el coraje de seguir los pasos de Francisco, quien siguió los pasos de Jesús.
Qué alegría poder celebrar otro año el día del hermano Francisco de Asís.
El buen Dios siempre nos tiene sorpresas bellas, reservadas. Hace quince días a las 6:00 a.m. escuché mi teléfono móvil sonando. Me desperté. Era mi hermano Henry que estaba con su esposa Alexandra y su nieto Fernando, en Europa y me tenían un regalo muy especial. Era una llamada con video.
“Estamos en Asís y te vamos mostrar todo”, me dijeron.
Apenas lo creía. Sabían que uno de mis grandes sueños es ir a Asís.
Estaban afuera de la Basílica Santa María de los Ángeles. Mi corazón empezó a latir rápido, en pocos minutos podría ver la Porciúncula donde se inició el movimiento franciscano. Es una pequeña iglesia que Francisco reconstruyó con la ayuda de sus hermanos y de leprosos.
No podía creerlo.
“¡La Porciúncula!” exclamé.
Aquella gloriosa mañana estuve en Asís. Me mostraron muchos lugares franciscanos, ¡Qué maravilla!
Imaginé que caminaba al lado del Hermano Francisco, y compartía sus grandes aventuras con Dios y sus hermanos frailes.
Las Florecillas de san Francisco relatan la importancia de esta pequeña iglesia y la indulgencia que es concedida a los que la visitan.
………..
Un día del verano de 1216, el Pobrecillo partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo. La noche anterior, escribe Bartholi, Cristo y su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles:
― Francisco ―le dijo el Señor―, pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres.
―Señor ―respondió el Santo―, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.
La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado. Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así:
― Poco ha que reparé para Vuestra Santidad una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda alguna.
― Quien pide una indulgencia ―observó el Papa―, conviene que algo ofrezca para merecerla… ¿Y de cuántos años ha de ser ésa que pides? ¿De un año?… ¿De tres?…
― ¿Qué son tres años, santísimo Padre?
― ¿Quieres seis años?… ¿Hasta siete?
― No quiero años, sino almas.
―¿Almas?… ¿Qué quieres decir con eso?
― Quiero decir que cuantos visitaren aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados.
― Es excesivo lo que pides, y muy contrario a las usanzas de la Curia romana.
―Por eso, santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de nuestro Señor Jesucristo.
―¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo.
…….
Y allí estaba yo, recién despierto mirando absorto la hermosa Porciúncula, lugar de oración y de encuentro con Dios.
Te dejo con la bendición de Francisco a Fray León y ahora para ti. Paz y bien hermanos!
«El Señor te bendiga y te guarde;
ilumine su rostro sobre ti y tenga misericordia de ti.
Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz.
El Señor te bendiga.»
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