La tentación ronda, lo sé bien, soy un pecador. Negarlo sería decir una mentira.
“Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.” (1 Juan 1, 10)
Soy tentado como tú, pero decidí hacer la lucha diaria, dar batalla, con la ayuda de Jesús. Abraza a Cristo, no lo sueltes, pídele que se quede contigo, que te ayude y te dé la gracia que necesitas, la fortaleza, para vencer esa tentación.
No hay que darle gusto al maligno. Busca alejarnos de Dios. Que lo ofendamos y perdamos el estado de gracia que nos mantiene unidos a Él. No dejes que destruya tu vida y te arrebate una eternidad al lado de Dios.
Solo si caes en la tentación es pecado, por tanto procura no caer.
¿Cómo sobrevive un pecador como yo? Por medio del amor de Jesús que me inunda el alma cada día, cuando lo visito en un sagrario, por medio la oración, participando de los sacramentos, procurado vivir en la presencia de Dios. ¿Y si caigo? busco un sacerdote, me confieso y listo, vuelvo a empezar y sigo adelante.
Cuando una tentación es muy fuerte pienso en nuestra Madre celestial, la Virgen Santísima y me digo: “Por ti, María”, puesto que no deseo darle ese disgusto a una madre tan buena y bella.
Leí hace poco que los pecados de la carne son los que más almas arrastran al infierno. Qué horrible debe ser enfrentar esa dolorosa realidad al morir. Qué angustia, pasar una eternidad alejados de Dios, anhelando estar en su presencia amorosa.
Es la lucha cotidiana que enfrentamos los que pasamos por este mundo. Las tentaciones son difíciles de evadir, prácticamente te golpean el rostro. Basta abrir nuestras computadoras, leer una revista o cambiar los canales de televisión.
“El amor no es amado”, se cuenta que gritaba angustiado san Francisco de Asís mientras recorría los bosques, al ver nuestra indiferencia al amor del padre Eterno y nuestras ofensas.
Debemos amar, porque quien ama está en Dios que es amor y se cuidará mucho de ofender a quien tanto hace por nosotros.
No dejes que te arrastren las tentaciones. Da la batalla. Ora. Pide a la Virgen Santísima su maternal protección.
Piensalo… Uno minutos de gozo, contra una bellísima eternidad al lado de Dios. No lo vale, no caigas, no te dejes…
Conocidos míos que se confiesan después de años, me cuentan la maravillosa sensación que es dejar atrás una vida de pecados y dirigir sus vidas hacia Dios, encaminarse por nuevos derroteros, donde la ley es amar a todos, como a uno mismo.
Adoremos y amemos muchos a nuestro Señor, porque Él nos amó primero, nos ama infinitamente y es nuestro Padre.
…………..
¿Has leído los maravillosos libros de nuestro autor Claudio de Castro?
Queremos recomendarte “SANADOS POR EL GRAN MILAGRO DE LA EUCARISTÍA”. Es un dulce abrazo para el alma, consuelo en los días difíciles, una bocanada de aire fresco. Haz “CLIC” aquí y podrás darle una mirada.
Te dejo con esta bella canción de “Canto Católico”. Dios les bendiga por lo que hacen!