Hace unos días leí la reflexión que publican los Claretianos de Panamá en Facebook. Era del padre Reinaldo Bejarano Saborio. Me gustó mucho y pedí permiso para compartirla. Vale la pena que la leas. Habla sobre la vocación, tener un propósito en la vida y comprende lo valiosos que somos a los ojos de Dios.
“Dios respeta en su integridad al hombre, y cuando llama a un alma a su servicio, en su solemne poder, ni la violenta, ni la atosiga, sino que con paciencia y amor la deja casi andar a la deriva o al vaivén de las circunstancias. No es fácil, por tanto, dar una respuesta como la de Mateo: pronta, sincera, total.
San Mateo era un cobrador de impuestos, un pecador ante los ojos de todo el pueblo. Sólo Jesús fue capaz de ver más allá de sus pecados y vio a un hombre. Un hombre que podía hacer mucho por el Reino de los Cielos. Y le llamó con todo el amor y misericordia de su corazón para ser uno de sus apóstoles, de sus íntimos.
Todos hemos recibido la vocación a la vida cristiana. Dios nos ha creado para prestarle un servicio concreto, cada uno de nosotros. Tenemos una misión, como eslabones de una cadena.
Decía el Cardenal Newman: “No me ha creado para nada. Haré bien el trabajo, seré un ángel de la paz, un predicador de la verdad en mi propio lugar si obedezco sus mandamientos. Por tanto, confiaré en Él quienquiera que yo sea, dondequiera que esté. Nunca me pueden desechar. Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle. En la duda, mi duda puede servirle. Si estoy apenado, mi pena puede servirle. Él no hace nada en vano. ¡Él sabe lo que hace!”
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Esta lectura me recordó una dulce anciana de la que en ocasiones te he hablado. Me telefonea a veces para contarme de su vida. La escucho con cariño. He aprendido mucho con sus historias y su forma de enfocar la vida.
Podrías pensar que una anciana enferma tiene poco que aportar, pero es al contrario, hace más que muchos de nosotros.
Pasa sus días en profunda oración, rezando por las necesidades del mundo y las almas, pidiendo a Dios por la conversión de los grandes pecadores, la santificación de los sacerdotes, la unidad de las familias, la paz del mundo.
Además, ofrece a Dios cada enfermedad, dolor y angustia. Convierte el sufrimiento en oración grata a los ojos de Dios. Es sorprendente.
Todos podemos y debemos trabajar por Reino de Dios. No importa la edad o la condición física o si tienes dinero o no.
Bien decía santa Eufrasia: “Un alma vale más que un mundo”.
¡Ánimo! ¡Dios te bendiga!
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Queremos recomendarte el nuevo libro de nuestro autor católico Claudio de Castro. Se titula: “CÓMO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS”.
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