Hace poco tuve una experiencia que aún no termino de comprender.
Como sabes últimamente he tenido algunos problemas. Fui a ver un amigo para pedirle su consejo. Lo encontré enredado en su trabajo. Me dijo nos viéramos al día siguiente y quedamos en vernos. Cuando salí de pronto me dije: «Pero qué tonto soy, si mi mejor amigo se encuentra en el Sagrario”. Como hay una capilla cercana decidí ir allí de inmediato. Me esperaba Jesús.
Aquí estoy, ante Jesús. Le he pedido un buen consejo y su respuesta ha sido simple: «Confía Claudio, debes confiar».
Recé un rato y me ocurrió algo sorprendente. Me entró un sueño tan hondo y profundo que no puse decirle nada, me quedé dormido. Quedé sumergido en este sueño casi media hora.
Cuando desperté me sentía diferente. Una gran paz me envolvía, brotaba de mi interior.
Me sentí renovado, nuevo.
Su presencia desde aquél Sagrario era tan evidente que no se puede negar.
Allí estaba Jesús. Y esa tarde me había dado una gracia muy especial. Su dulce paz.
Ahora sabía que todo saldría bien y no había motivos para dudar o temer al futuro.
Él quería que estuviera en paz, para poder así llevarlo a los demás.
Salí con un ánimo tal que le dije: “Vamos Jesús, que no me vean a mí, sino a ti”.
¿Qué aprendí ante el Sagrario?
Comprendí que debes llenarte de Dios, para llevarlo a los demás…
Él me llenaba con su dulce presencia en aquél sagrario.
«Estás aquí», le dije, «lo sé».
He querido repetir esa experiencia, pero nada ocurre. Son los misterios de un Dios que se esconde para ser buscado. Y que Ama incondicionalmente.
Él es como el jardinero experto que poda un arbusto. Sabe exactamente qué ramas cortar. Te quita las ramas secas, las plantas parásitas, todo lo que te impide crecer en la fe. Te saca de tu comodidad. Cómo duele. Demasiado. A mí no me agrada esto. Pero lo acepto y ofrezco. Sé que al final todo saldrá bien.
Te confieso que nunca antes había experimentado tan vivamente y con tanta intensidad la presencia de Dios. En medio de este sufrimiento lo experimento de tal manera, que me sumerjo en su Amor al instante.
ENCONTRÉ LA LIBERTAD
En este momento me encuentro sentado en la banca de un parque. Vengo de estar con Jesús en el sagrario. Sopla una brisa deliciosa, un árbol me da una sombra estupenda, refrescante. Y yo rodeado sólo del amor de Dios, canto pensando en aquello de: «Quien canta ora dos veces».
La libertad viene de Dios. La vida viene de Dios. ¿Cómo no agradecerle?
Anda, visita a Jesús EN EL SAGRARIO. Tiene grandes planes para ti.
Yo, por lo pronto le respondo nuevamente:
«Aquí estoy Señor, envíame a mí».
…………
Si te gustó este articulo, nos gustaría recomendarte otros similares: